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la carta del día

Adiós a los Jesuitas de Tudela

espués de más de tres meses, por culpa del invisible pero notable covid-19, el trío de antiguos alumnos se vuelve a reunir en el mismo sitio como vienen haciendo desde hace años. De forma espontánea caen en la cuenta de que su primer encuentro tuvo lugar hace cincuenta años pero en otro lugar. En el reencuentro sale a relucir el aniversario y, con él, aquellos acontecimientos destacados y personajes que tuvieron cierto protagonismo, como el viejo boxeador, cuya figura facial y corpulencia lo delataban. El hermano Basilio era el encargado del pequeño quiosco existente en el patio principal, donde sin esfuerzo alguno se observaban colgados un juego de guantes usados en uno de sus combates. Plinio, ejerciendo su labor como si tal cual militar romano se tratara. La extrañeza de que ningún alumno terminase de políglota con el P. Mendiburu, Chen fu, pues lo mismo podía enseñarte latín o griego, francés e inglés y chino mandarín. La dureza del P. Ibarrola a la hora de recabar explicaciones por comportamientos poco ejemplares para él. Lo que por unanimidad del trío y en orden cronológico, aun no resultando fácil de seleccionar después de haber convivido durante siete largos años en el internado, hay acontecimientos inmortales que destacar.

El primero de ellos hace alusión a la casi recién estrenada televisión. Eran contadas las veces que se permitía disfrutar de ella. Una de ellas tenía como condición que en la obra de teatro que se proyectaba apareciese la actriz Irene Daina, pues no en vano se trataba de la madre de uno de los que compartía las andanzas del internado. Nos llamaba la atención que la madre de uno de los compañeros apareciese en la pequeña pantalla, y además, teniendo su domicilio en Madrid, que todos los días se oyese el anuncio por megafonía para acudir a portería y contestar a la que se denominaba una conferencia.

Una segunda ocasión para disfrutar de la pequeña pantalla tenía lugar cuando se emitía boxeo, siempre y cuando combatiera, como púgil, el malogrado José Manuel Ibar, Urtain, que a la postre también hizo uso años atrás de las instalaciones.

La tercera, el fútbol, sobre todo si participaban en el encuentro el Athletic de Bilbao, con Iribar en la portería, o la Real Sociedad de Araquistáin, pues una gran mayoría de estudiantes provenían tanto de localidades próximas a la del boxeador como a la del portero y delantero.

Un segundo acontecimiento eran las denominadas fiestas rectorales. En estas no faltaba ni el deporte, ni la música, ni el cine, ni las vaquillas en uno de los patios, el que utilizaban los alumnos de la Escuela Técnico Industrial (ETI) que regentaba también la Compañía de Jesús, ni, por supuesto, la solemne eucaristía. Aún se recuerda, después de cincuenta años, la final de 100 metros lisos que ganó uno del trío, así como otro de ellos, componente del equipo, que salió victorioso del campeonato del duro.

Tercer y último acontecimiento. La bienvenida de las chicas, las alumnas vecinas de la Compañía de María La Enseñanza. Todavía se recuerda ese primer día de clase. Por primera vez se implantó el carácter mixto de enseñanza, la elección de pupitre se decantó por el ala de chicas y en el otro extremo los chicos, aunque la confianza a lo largo del último curso, el año del COU, fue en aumento hasta el punto del nacimiento de algún que otro noviazgo de juventud que dio sus frutos, otros que se frustraron y reencuentros posteriores en la misma ciudad universitaria que la caprichosa casualidad quiso que formasen una familia que todavía hoy, después de 50 años, perdura en el otro miembro del trío.

En la despedida anunciada y en la memoria de muchos otros, feliz destino.

En el reencuentro sale a relucir el aniversario y, con él, aquellos acontecimientos destacados y personajes que tuvieron protagonismo

La confianza a lo largo del último curso fue en aumento hasta el punto del nacimiento de algún que otro noviazgo de juventud