a no se sabe qué liebre más puede saltar, qué sorpresa más nos puede deparar o qué nuevo giro con doble salto con tirabuzón nos puede ofrecer ese Dragón Khan en que se ha convertido la política española desde que la semana pasada unos sonrientes e incautos dirigentes del PSOE y Ciudadanos nos anunciasen una moción de censura para sacar al PP del gobierno de la comunidad murciana. Ni imaginaban qué caja de Pandora estaban abriendo, a la mecha de qué artefacto estaban prendiendo fuego. No es sólo que -de no mediar otro quiebro de última hora- se pueda dar la operación por fracasada. Es que la onda expansiva de la explosión se va a acabar por llevarse por delante al partido de Arrimadas y a producir serias heridas por metralla en el de Sánchez. Por el contrario, es el PP el que hasta ayer parecía beneficiado, aunque no fuera Casado el que se llevaría los réditos, sino Ayuso, por su jugada de aprovechar que el Manzanares pasa por Madrid, para convocar elecciones anticipadas en esta comunidad. A estas horas, ya nadie se acuerda de Murcia y sus habitantes, con todos los focos pendientes de la villa y corte. Ni pandemia, ni vacunas, ni Cataluña, ni fondos europeos, el debate nacional es si Ayuso se convierte o no en la puta ama de la barraca capitalina, con ayuda o sin ayuda de Vox. Desolación en una izquierda más desunida que nunca. Titubeos en el PSOE, a quien no se le ocurre otra cosa que revalidar como candidato a un pan sin sal como Gabilondo. Pero hete que aquí que un inesperado convidado de última hora entra en el plató donde se graba el culebrón. Pablo Iglesias, lo deja todo para cruzar el Mississipi y plantar cara a la lideresa de la derecha, insuflando así un poco de vida en un desinflado Podemos. El gallo más chulo y con más espolones contra la gallina más macarra y con más cuchillas en las patas. La pelea del siglo, en la calle de Alcalá. Madrid es España, España es Madrid. Los demás, de miranda.