Iba un loco por la calle con los brazos en alto chasqueando los dedos cuando una persona le preguntó qué era lo que hacía. El loco gritó que ahuyentaba los elefantes, a lo que el transeúnte le dijo: "Pero si aquí no hay elefantes", y el loco le respondió: "Claro, porque yo los ahuyento". No puede haber una respuesta más coherente, todo un silogismo. Y es que la demencia no está negada con la lógica. Una de las cosas que la produce es, sin duda, la pérdida del sentido de la realidad. Ese mismo sentido de la realidad que, como el loco de la historia, también parecen haber perdido nuestros políticos. Discursos que se contradicen con el del día anterior, los de sus propios compañeros de partido o incluso con los dictámenes del gobierno europeo, y que dan la impresión de que nos hablan de otro país, sin ningún sentido de nuestra realidad, haciendo día tras otro auténticos alardes de irracionalidad y de incompetencia. Zapatero quedó en ridículo en un programa de televisión llamado Tengo una pregunta para usted cuando alguien del público le pregunto cuánto costaba un café en la calle. No supo qué responder y pretendía gobernar el país. Así nos fue, aunque todo ha seguido empeorando y en la actualidad ya no se molestan nuestros gobernantes en disimular ni su desconocimiento de nuestros problemas ni su desinterés por ellos, su única realidad son sus partidos políticos, sus escaños o sus despachos y los ardides o mentiras que tienen que urdir para mantenerse en ellos, por no entrar en las cuestiones de corrupción por aquello de no aburrir€Unas sesiones parlamentarias plagadas de enfrentamientos necios de unos lunáticos que esgrimen conceptos ya inexistentes sólo por la supremacía de sus intereses partidistas y donde los problemas de la ciudadanía no interesan. A esta gente se les ha ido la olla y han perdido de paso el sentido de la realidad de su trabajo. No sirven, y lo que tampoco sirve, por muy grave que parezca, es el voto, porque simplemente no hay a quién votar. Habrá que salir a la calle y, como a los elefantes, ahuyentarlos a todos sin excepción para comenzar de nuevo. Aunque mucho me temo que no será suficiente con chasquear los dedos.