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Mesa de Redacción

Joseba Santamaria

Los jóvenes y las inquietudes de la edad, la mía digo

os datos del desempleo de marzo apuntan a una pequeña reanimación del trabajo tras cinco meses consecutivos a la baja. Aún así, Navarra tiene más de 42.000 personas en paro, 5.100 más que el pasado año en estas fechas. Sigue instalada en una situación de estancamiento en la recuperación de su dinamismo laboral, pese a que la afiliación a la Seguridad Social suma casi 286.000 personas, apenas 1.000 menos que en marzo de 2020. En buena parte porque cada reducción de las restricciones de movilidad y actividad laboral impulsa la creación de empleo. Los datos son malos entre los más jóvenes. Como en la crisis de 2008 y en su rebote en 2011, sufren el impacto de la destrucción de empleo con mayor dureza. Sobre todo, entre los menos de 25 años, donde el desempleo crece un 40% más que entre los mayores de 30 años, con una tasa de paro juvenil que supera ya el 25% en esas edades. La media del Estado se acerca al 50%, a la cabeza de la UE. A ello hay que añadir la realidad de miles de jóvenes que trabajan en condiciones de precariedad y con pocas expectativas de futuro. Ahora, además, las consecuencias sociales y anímicas de la limitación de derechos, libertades y de sus expectativas de convivencia. Un mundo cada vez más confuso y complejo que expande una brecha creciente entre generaciones. Quienes ahora tienen -o tenemos- las responsabilidades en la toma de decisiones en cualquier ámbito formamos parte de un tiempo laboral cuyos intereses cada vez aparecen más alejados, incluso diferenciados, de los suyos. Quizá esto sea una constante vital en cada generación. No lo sé. O igual son nuevas, novedosas de un nuevo siglo y de un nuevo tiempo. Pero las condiciones actuales son unas específicas y su atención requiere también escuchar, visualizar y, sobre todo, intentar entender la particularidad de este presente. Ven cómo se alarga el tiempo de su dependencia familiar, se estancan sus posibilidades de emancipación o de natalidad, desaparecen sus derechos laborales impulsados a acceder al trabajo a cualquier precio y se reduce la igualdad de oportunidades real en la escala social. Y en una encrucijada vital renuncian al arraigo obligados al exilio laboral o académico. Jóvenes con buena formación laboral, profesional o académica no encuentran empleo al nivel de sus conocimientos y si lo encuentran es en unas condiciones salariales y de estabilidad mínimas. Lo sé. Lo vivo cada año. Y eso que Navarra sigue en la parte de arriba del escalafón. Puede parecer que están callados, pasivos, que se quejan poco y que han abandonado el ejercicio del derecho a la protesta. Pero quizá no sea así. Es posible que solo desconocemos cual puede ser su apuesta vital, social y política de futuro. Y ya intuimos, no sin temores, que sea cada vez más diferente a las nuestras. O es posible que sean dudas e inquietudes de la edad. La mía, digo.