an pasado ya más de 50 años desde que, el 28 de junio de 1969, cientos de gais, lesbianas, transexuales, bisexuales, de travestis, drag queens, activistas solidarias con la causa de la diversidad sexual... de personas muy diferentes entre sí pero igualmente comprometidas con los derechos de la comunidad LGTBI+, protagonizaran los denominados disturbios de Stonewall, rebelándose contra las continuas redadas, persecuciones y abusos de la policía de Nueva York. Personas de distintas edades, razas, etnias, mayoritariamente pertenecientes a las clases sociales menos favorecidas, unidas por la reivindicación del derecho a existir, del derecho a "ser en libertad".

En el tiempo transcurrido desde entonces, gracias al enorme trabajo y sacrificio de las personas pertenecientes al colectivo LGTBI+, éste ha ganado en organización, visibilidad y derechos en gran parte del mundo. Por volver al local protagonista de los sucesos originales, el Stonewall Inn es, desde el año 2016, el primer monumento nacional estadounidense que rememora la historia de la lucha por los derechos de este colectivo.

En el caso de Navarra, la legislatura anterior fue la del reconocimiento legislativo de reivindicaciones largamente planteadas por los colectivos LGTBI+. De este modo, hace ahora cuatro años el Parlamento de Navarra aprobó la Ley Foral 8/2017, para la igualdad social de las personas LGTBI+, y en marzo de 2019 hizo lo propio con la Ley Foral 17/2019, de Igualdad entre mujeres y hombres. Otros pasos fundamentales, como la creación del programa de coeducación Skolae, de la Unidad Transbide para el trabajo en el ámbito de la salud con el colectivo de personas transexuales, transgénero e intersexuales o la aprobación del Decreto de Salud Sexual y Reproductiva, nos siguieron acercando a la igualdad real para todas las personas.

Estos avances legales, imprescindibles porque atacan al machismo estructural que da pie a muchas de las discriminaciones posteriores, contrastan sin embargo con la dificultad real para vivir libremente su sexualidad y su identidad que, todavía hoy, sufren en nuestra tierra numerosas personas. Como recientemente denunció el Movimiento contra la Intolerancia, a través de su informe Raxen, la LGTBIfobia sigue siendo una de las principales causas de ataques físicos y verbales, estos últimos cada vez más frecuentes en las redes sociales. La brutal agresión de Basauri, donde este mismo mes trece personas golpearon hasta dejar inconsciente a un joven de 23 años, ha servido para ponernos frente al espejo de esta realidad y para que la sociedad reaccione de manera (casi) unánime contra ella. En cualquier caso, sin necesidad de hacer referencia a sucesos tan extremos, lo cierto es que en nuestra sociedad, en la cotidianeidad del día a día, miles de personas experimentan todavía serias dificultades para vivir en libertad su orientación sexual o su identidad sexual y de género. Dificultades que se ven agravadas en el caso de las personas de mayor edad, de origen extranjero o de aquellas residentes en áreas rurales, y ante las que las instituciones públicas debemos ser capaces de poner en marcha medidas de acción positiva, dotadas de recursos suficientes, que tengan en cuenta sus situaciones y problemáticas específicas.

En este contexto, dos son los principales retos que debemos afrontar desde la política. Por una parte, tenemos mucho que hacer para desactivar los discursos de odio, vertidos principalmente -y cada vez en mayor medida- desde las fuerzas de la ultraderecha; fuerzas que, en demasiadas ocasiones, son legitimadas por parte de la derecha navarra y española, que parecen estar dispuestas a cualquier pacto con tal de recuperar el poder. Olvidando los discursos estigmatizadores y deshumanizadores promovidos por estos grupos, que se convierten en un auténtico germen de todo tipo de agresiones y de la normalización de la discriminación familiar, social, laboral... hacia las personas LGTBI+. Esta ola regresiva, por desgracia, no es exclusiva de nuestro país; por poner un ejemplo, numerosas autoridades locales de distintos países del Este de Europa llevan años impulsando ignominiosas "Zonas libres de ideología LGTBIQ+" en sus municipios. Estos ataques necesitan de una firme respuesta que combine el activismo local con una visión solidaria global, que incluya a todo el espacio europeo. Haciéndolo en positivo, desde una defensa integral de la diversidad sexual y de género. Por eso, apoyamos la afortunada propuesta que este fin de semana ha realizado el colectivo Laiak Zona Media - Erdialdeko Laiak para declarar todos los rincones de nuestra comunidad "Zonas libres de LGTBIfobia".

Por otro lado, quienes creemos firmemente en las bondades del contenido aprobado en la ley navarra para la igualdad social de las personas LGTBI+ (que, en cuatro años, no ha generado ninguno de los problemas que las voces más conservadoras le atribuían) hemos asistido, con estupor, al lamentable espectáculo que, en relación con la denominada "Ley Trans" estatal, nos han brindado en los últimos tiempos los partidos que componen el Gobierno de España. Afortunadamente, tras meses de intereses partidistas y de absurdos afanes de protagonismo, el imprescindible consenso entre fuerzas progresistas en torno a este asunto parece cercano, algo que celebramos con alivio y alegría.

Porque, si bien leyes autonómicas como la navarra supusieron un importante avance en el reconocimiento efectivo de derechos de las personas transexuales y en su despatologización, es necesaria su cumplimentación mediante una ley estatal que concrete y asegure aspectos básicos, como el de la inscripción registral a partir del reconocimiento de la autodeterminación de género.

Esperamos que prime la búsqueda del interés general, que en este asunto pasa por equiparar en derechos a un colectivo -como es el transexual- históricamente estigmatizado y discriminado en todos los ámbitos vitales. Los datos de desempleo, de precariedad laboral, de exclusión social, los porcentajes de intentos de suicidio... son tan escalofriantes como significativos.

Por todo ello, en Geroa Bai seguiremos trabajando, en las calles y en las instituciones, por no dar ni un paso atrás en lo relativo a los derechos adquiridos por las personas LGTBI+ a través de décadas de lucha. Y con la mirada puesta en obtener aquellos que llevan demasiado tiempo resistiéndose, pero que más pronto que tarde serán reconocidos.

Porque nos gustan todos y cada uno de los colores y matices del ortzadar o arcoiris, y porque necesitamos que todas las personas puedan, podamos, disfrutar de manera real y efectiva de los mismos derechos, sin perder un ápice de nuestra diversidad.

El autor es parlamentario foral de Geroa Bai