ntes de nada debo decir que detesto (supongo que como la mayoría de ciudadanos cabales), los extremismos, tanto el ecologismo integrista como el desarrollismo salvaje.

En los últimos tiempos, al abrigo de una supuesta "transición energética" y de "apuesta por la sostenibilidad", se ha presentado ante el Gobierno de Navarra una verdadera avalancha de proyectos de parques eólicos e instalaciones fotovoltaicas en toda la geografía de nuestra comunidad. A mí modo de ver muchas de ellas acarrearán, de llevarse a cabo, un impacto gravísimo e irreversible sobre nuestro territorio, es decir, sobre el soporte físico de nuestro acervo natural y espiritual. No solo eso, también, como efecto colateral, tendrán un impacto muy perjudicial para un sector de nuestra economía tan importante como es el turismo; un sector en el que, no lo olvidemos, los valores principales no son "mar y playa" sino cultura, naturaleza y paisaje.

Veamos:

En el caso de los parques eólicos previstos, el problema no es tanto la cantidad como el tamaño, pues se trata de aerogeneradores gigantes, digamos de talla XXXL. Estos enormes artefactos están pensados para ser instalados en paisajes de escala análoga, es decir en grandes llanuras, mares y océanos, donde su gran tamaño puede ser "absorbido" e integrado por el entorno.

Sin embargo en un medio como el nuestro, de escala pequeña o mediana, con una orografía de montaña, media montaña, colinas, pequeñas mesetas y suaves ondulaciones, estos enormes aerogeneradores causarán un grave estrago, destruyendo y "aplastando" literalmente el paisaje. Y no solo causarán estragos los propios molinos sino las enormes pistas necesarias para su transporte e instalación.

Su efecto devastador ya se puede observar en la Sierra de Alaiz, en el corredor Pamplona-Tafalla por El Carrascal y también en el Alto de las Masadas, entre Caparroso y Valtierra. Precisamente en la Sierra de Alaiz, visible desde Pamplona, se puede comparar el impacto visual de estos supermolinos con los de talla más mesurada situados en las cercanías. Mientras que estos últimos se integran razonablemente en el paisaje, siguiendo el perfil orográfico (hasta cierto punto parecen "bosques tecnológicos"), los mastodontes lo apabullan y escarnian sin remedio.

Lo mismo cabe decir de los macroparques solares previstos en terrenos y paisajes de carácter rústico y agrícola de nuestra comunidad, aunque sean de "baja productividad". Supondrán, al igual que los molinacos una gravísima desnaturalización de nuestro entorno y de nuestro sustrato cultural y espiritual.

La razón principal de la instalación de tales parques solares en estos preciosos territorios de proximidad no es otra que la avaricia. No es el interés legítimo del inversor que espera un beneficio justo, sino la codicia sin límites de aquellos que buscan su lucro (en este caso evitándose costes de conducción energética hasta el "mercado"), destruyendo el patrimonio común.

El gigantismo de los molinos tampoco obedece a ninguna necesidad, (la talla L era común hasta hoy) sino otra vez a la pura avaricia, porque cuanto más alto es el molino, más viento capta y más dinero gana el inversor. Es un fenómeno muy similar al urbanismo salvaje que tanto daño ha causado en España, convirtiéndose desgraciadamente en "marca país": cuanto más alto es el edificio, más pisos entran en el solar y más beneficios extrae el promotor. Que el paisaje sufre, allá películas, que la ciudad se resiente, a mí plin.

En España existen enormes territorios baldíos, desérticos o semidesérticos, con mayor incidencia solar que la nuestra, con una escala mucho más apropiada para estos grandes parques solares. Lugares alejados de zonas agrícolas o muy pobladas, como son Las Bardenas, Los Monegros, el valle del Ebro, los grandes páramos turolenses y mesetarios, (la hiriente "España vaciada" de la que tanto se parlotea), donde esta industria, bajo estrictas condiciones de ordenación, tamaño, densidad y retorno económico, sí que sería un regalo divino. Volviendo a lo que a mi juicio serían ubicaciones idóneas para los mastodontes eólicos, solo se me ocurren en la España terrestre unos pocos lugares apropiados, siempre y cuando se agrupen en parques (al igual que lo hacen los polígonos industriales), como es el caso de La Muela, en la provincia de Zaragoza.

Pero desgraciadamente también existe en España esa "avaricia" y "competitividad", autonómica de captar inversiones al precio que sea. Una ridícula autarquía que construyó infraestructuras y aeropuertos inútiles y ruinosos por toda la "piel de toro". Una miopía y provincianismo político que puede traernos de nuevo despropósito y ruina.

Resumiendo, Navarra tiene agroindustria, tiene Volkswagen, tiene viscofanes, tiene argales, tiene azkoyens, tiene boschs, tiene univesidades, tiene turismo, tiene alma, naturaleza y paisaje. No la fastidiemos, porque como decía un viejo, "la avaricia rompe el saco y quien todo lo quiere todo lo pierde". Y digo yo, si perdemos el alma perdemos la vida.