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Mar de fondo

La vasca

TB3, esa Televisión Libre de las Mil Colinas, se puede ver desde hace años en casi todos los hogares de las cinco merindades navarras. En la sexta, -¿sabrá Ayuso de qué hablamos?- el medio vasco infernal se ofrece sin problema aun a riesgo de expandir la peste o cataratas entre los televidentes. Así, a ojo, al menos nueve de cada diez navarros pueden disfrutar legalmente del canal infantil, aunque todavía falta, y eso se ha aprobado esta semana, que lo puedan hacer también ciertas comarcas euskaldunes. Tienen, por eso, claros motivos para preocuparse quienes gritan que esto es una espantosa cesión identitaria y un paso indudable en la anexión de Navarra: no se recuerda un cambio de tal magnitud desde que se inventó el palillo.

Dado que la cuota de pantalla de ETB3 es del 0,2%, se entiende, sí, que los suspicaces sumen, resten, igualen y concluyan que estamos ante un profundo riesgo de adoctrinamiento ideológico. Otros atisban una sombra separatista que al parecer no para de agigantarse desde Txirri, Mirri eta Txiribiton. A saber qué peligro se oculta tras los programas que atraen al otro 99,8% de la audiencia, esa infinitud de posibilidades -¡de catástrofes!- que se abre con solo pulsar el mando. Sin moverse del sofá, y suscrito a una compañía común, el paisanaje tiene a mano las noticias en madrileño, catalán, gallego, inglés, francés y árabe. Según le pegue el cierzo a la antena parabólica del vecino, igual hay suerte y también llegan en suajili, ruso, serbocroata y rumano. Resulta, pues, muy lógico el pánico que causan unos dibujos animados en vascuence. Así se empezó a romper España: con Dragoi Bola.