a dejó dicho Machado: "Españolito que vienes al mundo te guarde Dios/ una de las dos Españas ha de helarte el corazón" .

Las guerras son tan antiguas como el hombre y el guerrero eficaz reclama para sí la parte del león en el botín. La fuerza como tal (física o mental) ha sido y, lamentablemente es, el principio de la propiedad. Los proclamados reyes querían conservar sus reinos y concedían, a sus más señalados guerreros, feudos (monopolios de hoy) que constituían baluartes defensivos ante posibles nuevas invasiones. Feudos que habían de mantener su capacidad de respuesta (habían de ser fuertes), por lo que en la piel de toro se creó la institución del mayorazgo que concentraba la mayor parte de una herencia en una persona. Lo cual, en sí mismo, exponía a los demás hermanos a la cuasi pobreza, eran fijos d´algo pero sin embargo se tenían que buscar la vida como cada quisque.

Los beneficiados con el reparto quieren mantener así las cosas para siempre: se hacen conservadores y, por contra, los perjudicados pretenden un reparto más equitativo, más progresista. He aquí el origen de las modernas luchas sociales.

Por otro lado, los hechiceros de las tribus, los enviados de Dios, se posicionan, generalmente, del lado conservador pues el trabajo de mover la lengua es más llevadero que el deslomante curro habitual. Naturalmente, siempre existen despistados que no saben a qué lado deben afiliarse, pues muchos de los que tienen gules y leones rampantes en los escudos familiares creen promocionar sus intereses defendiendo la conservación de los privilegios hereditarios cuando en realidad ellos son unos desheredados de la fortuna y les vendría mejor más apoyo estatal a los necesitados. Otra miríada de equivocados individuos -sin más linaje que el humano- piensan que con tesón y sana ambición podrán salir del montón sin percatarse de que el ascensor social hace tiempo que tiene el cartel de averiado.

Las claras ideas de unos y el pisto mental de tantísimos otros hace que unos defiendan a machamartillo la tradición más ancestral y otros la ruptura con esos dioses del pasado sean éstos de los que hablan de sagradas tradiciones o de que querer es poder. Esto de las dos Españas ocurre en todo el planeta, podríamos hablar de Dos Europas, dos Japones, dos Venezuelas o dos XX, aunque con matices: en el Occidente rico las dos tendencias son más bien conservadoras (de ahí el creciente racismo), y en el tercer y cuarto mundos ambas tienden a procesos revolucionarios pues existen muchas dictaduras que mantienen el sistema establecido.

Hace casi 200 años la Historia española nos dio un ejemplo de estas dos Españas: "Corría la primavera de 1822...La Milicia Nacional bullía en todas partes inquieta y arisca; sublevábase la de Barcelona gritando Viva la Constitución [La de 1812, La progresista Pepa], mientras la de Pamplona, enfurecida porque los soldados aclamaban a Riego [Gral. constitucionalista], les hizo fuego al grito de ¡Viva Dios!" (D. Benito Pérez Galdós Episodio Nacional: Siete de Julio). Los de Barcelona querían ser ciudadanos y los soldados de Pamplona también, pero sus jefes pretendieron que siguieran siendo vasallos, feligreses o súbditos. Hoy los talibanes en Afganistán andan por los caminos carlistas de los españolitos de hace dos siglos: su sagrada religión y la sumisión femenina, santas tradiciones para ambos.

¡Menudo rollo, eh! Bueno... vayamos a ver cómo afectaron esas tendencias a la Caja. Su propio nacimiento en 1921 obedece a la preocupación de las élites económicas europeas por los conatos revolucionarios en la Rusia zarista de principios del siglo XX. Además, los avances técnicos en transporte (primeros automóviles y aviones), en comunicaciones (radio, telégrafo...) y en medicina (penicilina, transfusiones...) influyeron en las ideas pues las nuevas conquistas científicas hicieron que todo pareciera posible, la literatura y otras artes así lo reflejan, y surge el deseo de una mayor igualdad social, las inquietudes políticas se incrementan (nuevos estados, revoluciones, socialismo, comunismo...), y de todo ello deviene la preocupación por fomentar el ahorro de los obreros a través de las Cajas de Ahorro.

Acordémonos de aquel informe de diciembre de 1930 que decía: "Las cajas de ahorros, administradoras principalmente de las disponibilidades de las clases menos acomodadas, [...] y sin tener como objetivo realizar grandes beneficios, han de responder fielmente a la finalidad esencial de dar una absoluta seguridad a sus imponentes que por no entender de cuestiones financieras, [...] "Las cajas de ahorros son por su naturaleza los establecimientos de crédito de las clases populares, de las entidades agrarias, de las corporaciones, y deben atenerse a su misión; así como la Banca es el órgano de crédito de las clases poderosas, de la industria y del comercio". El movimiento de progreso social incluía ese acceso a la propiedad para conseguir mayor igualdad.

La proclamación de la República en 1931 trajo novedades en la Caja, así el 3 de junio el Acta de la Comisión de Gerencia del Consejo decía: "Agradecer al Gobierno provisional de la República la ampliación de las facultades de las Cajas". Y un segundo acuerdo decía: "Comisionar al Sr. director para la asistencia a la asamblea de Cajas colaboradoras en Madrid en la que se tratará de los seguros del servicio doméstico, maternidad y paro forzoso". Hoy vemos cómo, a pesar de aquellos avances republicanos, muchos flotadores sociales: jornada laboral, precariedad en autónomos y otros colectivos, ayudas a la dependencia, sanidad universal... siguen igual que entonces: en el aire.

Si queremos seguir avanzando hacia la equidad social no debemos permitirnos perder instituciones como aquellas cajas de ahorros, bien estará que ahora las llamemos bancos públicos o institutos financieros públicos, lo verdaderamente importante es que recuperemos el terreno perdido, si no, no podremos seguir avanzando. Por ello les animo a que firmen conmigo esta campaña en https://www.change.org/refundarLaCAN y difúndanla en todos sus ámbitos!

El autor es promotor de la re-fundación de la Can, notario jubilado y nieto del director gerente de la Can desde 1921 a 1950