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A la contra

Ventajistas

sta semana el jugador de Osasuna Rubén García comentaba en su cuenta de Twitter que llevaba tiempo leyendo cosas “muy desagradables sobre mi faceta profesional y en muchos casos también críticas sobre cosas que rodean mi día a día en lo personal. Debemos reflexionar y buscar entre todos una solución para no dar cobijo en RRSS a las personas que bajo el anonimato buscan generar dolor”. No puedo estar más de acuerdo. Estoy a favor de que existan los anónimos en las redes sociales, puesto que no es sencillo para muchos poder poner su nombre, y de hecho yo mismo charlo con algunos de ellos, siempre y cuando sea bajo parámetros de respeto y normalidad. Pero, también como norma, no suelo ir más allá de una contestación y un breve intercambio, ya que no creo que sea justo para quien sí pone su cara llevar la conversación -de la clase que sea, aunque sea sobre un tema banal- mucho más lejos mientras que la otra persona por los motivos que sea no ofrece su identidad. Respeto, como digo, a quien no muestra su identidad. Pero lo que sí es imperdonable es quien bajo ese mismo anonimato -que muchos usan con educación y buen criterio- se reboza en el barro de los insultos, las descalificaciones, las críticas, las insinuaciones o incluso las quejas. Todo eso le sale gratis, completamente, y debería existir -no sé cómo- algún sistema para que esto deje de ser posible. El jugador rojillo comentaba que su opción personal es no interactuar y silenciar y que si todos hiciésemos lo mismo igual -“ojalá”, decía- no le ven sentido a seguir con su dinámica. No lo sé, es compleja esa solución y la verdad es que cuando le cogen el gusto a, gratis, poder decir lo que te venga en gana u opinar ante personas de carne y hueso pues imagino que es complejo dejar de hacerlo. Las redes tienen muchas cualidades, pero lo de los anónimos faltones lo convierten a menudo en un sitio a no pisar.