as redes sociales y las apps de citas no dejan de sorprenderme y han crecido como la espuma con la pandemia. Algunas están dirigidas a hombres y mujeres maduritos. Otras se especializan en el sugar dating (citas de azúcar) que ha comenzado a proliferar en nuestro país. Y más específicamente redes que conectan Sugar Daddy con Sugar Baby, es decir, los papás de azúcar, dispuestos a ofrecer dinero y caprichos o paseos en barco a las bebés de azúcar. Romanticismo, compañía, intimidad y sexo a cambio de dinero, viajes o regalos. Habrá quien piense que no tiene nada de malo si ambas partes están de acuerdo. Quienes están detrás de este negocio lo alejan de la prostitución porque no hay un intercambio de sexo por dinero sino a cambio de intimidad y compañía. Yaaaaa. Por muy brilli brilli que me lo vendan a mi juicio es una forma de blanquear relaciones de personas mayores y con pasta con chavalitas, lo que toda la vida ha sido la mercantilización del cuerpo de la mujer. Habrá muchas chicas que den por bueno que viejos babosos les solucionen la vida, incluso que lo aireen públicamente. Y también habrá influencers que les orienten. Que jóvenes o adolescentes asuman estas prácticas que al final conllevan viejas formas de sumisión y compra de favores como normales, y una forma de escalar en su status social, y que se disfrace como libre elección, me parece un retroceso social. No creo que en este mercado haya muchas sugar mommies (mamás de azúcar). “Ahora estoy disfrutando mucho más de mis viajes de negocios a Europa”: es el reclamo -por supuesto masculino- de una de esas webs. Pues eso.