úsica y fiesta han ido siempre de la mano, en cualquier lugar del mundo y especialmente en San Fermín. En esos nueve días mas que nunca en Iruña somos lo que bailamos y lo que cantamos y el silencio es lo único que no cabe en la partitura sanferminera. Hay todo un género festivo que volverá este año a sonar con fuerzas renovadas en las salidas de la Pamplonesa, los gaiteros y txistularis, las txarangas, las peñas, las dianas, los eventos, esa música y sus letras que fuera del espacio sanferminero suenan a destiempo pero que acaban marcando el verdadero ritmo de la fiesta. Y luego está el resto de la música que suena por cualquier rincón de la ciudad. Y están los conciertos, el programa oficial del Ayuntamiento que pretende desde hace muchos años, yo creo que con acierto, unos más y otros menos, aportar a las noches sanfermineras algo más que lo que de sobra sabemos que hay. Conciertos pensados para la gente joven, pero también para otros públicos, que son un espacio alternativo en el que disfrutar de la música en vivo como una parte más de la esencia de la fiesta. Un programa que sí o sí tiene que contar con grupos locales para proporcionarles en el mejor escenario posible. El resto, la elección de los grupos, es discutible siempre. Pero lo que no admite discusión es lo mal que ha gestionado el alcalde de Iruña Enrique Maya la parte musical de estos esperados Sanfermines, anunciando a bombo y platillo un evento que nunca llegó, quizás porque no tenía que llegar. Ese gran concierto internacional que de haberse dado quedaría tan fuera de sitio como la música de las peñas en Navidad.