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San Fermín | Tempus fugit

San Fermín | Tempus fugitIÑAKI PORTO

Pues nada, vuelta la burra al trigo. 

Esto se ha convertido casi en una reunión de cuñados.

¿Que no soy capaz de rebajar tus tiempos en el encierro?. Anda, sujétame el cubata.

Y así, un día tras otro se pasa el tiempo, la vida, los Sanfermines y el encierro de Miura.

Debe ser que la crisis nos afecta a todos, pero incluso los herederos de Don Eduardo han traído toricos pequeños con tan solo uno por encima de los 600 kilos. Por cierto, que tenía su miga que siendo el más grande, se llamase Chaparrito.

Y es que ya se ha comprobado que se tarda mucho más en ojear estas líneas (por cierto, gracias a todos por leer) que en ver cualquiera de las carreras de Pamplona. Viendo lo que vemos una mañana tras otra, tan dinámico y apresurado casi se me empiezan a quitar las ganas de seguir madrugando para palpar ese ambiente tan litúrgico que tiene el antes, el durante y el después de un encierro. Gracias a Dios, reacciono rápido, pongo en orden mi cabeza y me digo a mi mismo que el año que viene más. No se si mejor pero más, seguro. Se necesita mucha agua caliente para echarme a mí de Pamplona en estos días.

Y eso que no hago nada de particular y diferente a lo que hacen los demás. Empiezas el 6 llorando con Juan Carlos Unzué y demostrando al mundo que no importa que llueva porque nada ni nadie te va a aguar las fiestas.

Luego comes, bebes, bailas y ríes.

Y empiezan los encierros.

El día siguiente comes, bebes, bailas y ríes. Y empiezas a añadir las corridas de toros.

Y luego los fuegos.

Y más encierros.

Y piensas en los vecinos del Bocho que le andan dando vueltas a la cabeza para llevarse a Moncayola, pero 22 millones les parecen muchos. ¡Como se nota que no han ido a las barracas con dos o tres niños una tarde de fiesta! Eso si es pastón.

Y disfrutas con Camela cuando zarpa el amor.

Y ya hemos puesto el punto final. Y más vale, porque esos 848 metros que deberían dar para sacar al mercado auténticas enciclopedias, se han convertido en algo tan fugaz que llega un momento en el que a uno le da congoja escribir, le acongoja leer pero, sobre todo, le acojona imaginar.

Y ahora, travesía en el desierto de casi doce meses. Como no soy rico ni por cuna ni por actividades ilícitas, me dedicaré a las ocupaciones mundanas de cualquier pamplonés más: seguir a mis rojillos, cultivar mi inglés y mantener constantemente regada la semilla de la inquietud con mi buena gente del Aula de la Experiencia de la UPNA.

Luego, nos citamos el séptimo día del séptimo mes.

Ya falta menos.