No sé si ocurre en todos los pueblos, supongo que sí, pero en el mío a los bloques de viviendas les ponen nombre. Los vecinos encuentran pronto una característica común y a la vez diferencial con el resto que en adelante identificará a cada edificación por encima del número y del nombre de la calle que ocupan. La denominación, por lo general, guarda relación con el promotor, con el anterior dueño del terreno, con su ubicación o con algún elemento de la fachada que hace reconocibles a esos bloques de viviendas. Así que en pleno proceso de crecimiento urbanístico en la década de los sesenta y los setenta se inscribieron en ese callejero popular y de la memoria los ‘pisos de Fausto’, los ‘pisos de Sánchez’, los ‘pisos rojos’, los ‘pisos de Ciria’, los ‘pisos de Vanguard’, los ‘pisos de la carretera de Jaca’, los ‘pisos de Mocholí’… Indagar y profundizar en cada una de esas denominaciones, de su historia y del significado sentimental para el pueblo da para unas cuantas conversaciones de sobremesa. Como las que rememoraron el pasado sábado más de un centenar de personas que han vivido en los últimos cincuenta años en los ‘pisos de Mocholí’. A fin de cuentas, vivienda viene de vivir.