Hay sentencias que significan un claro avance en la repulsa de relaciones no consentidas aunque sean de un nanosegundo en el metaverso. Sentencias que creen a una menor sin un parte de lesiones. El Tribunal Superior de Justicia de Navarra confirmó ayer la condena de 1 año de prisión impuesta el pasado marzo por la Sección Primera de la Audiencia Provincial a un hombre que besó en la boca a una menor de 16 años sin su consentimiento en una localidad de la Ribera. Aprovechó de que mantenía una relación de amistad con la familia de la menor y al salir del domicilio y toparse con ella la acercó hacia él del cuello para darle un beso contra la voluntad de la denunciante que trató de esquivarle. Algo está cambiando en nuestra sociedad para que el propio Ministerio Fiscal que, en el primer juicio consideró que los hechos carecían de relevancia penal, ante el TSJN los tipificase de abuso sexual. Que alguien que esgrime que un beso así lo dio de forma cariñosa y cordial sin connotación sexual ya no engañe a nadie significa un progreso en la mentalidad de los jueces, en su mayoría hombres en la altas instancias. Otra clave es reconocer que la víctima se sintió afectada en su “libertad sexual” y se quedó paralizada. La respuesta judicial es importante para acabar con la violencia de género en todas sus intensidades. Porque no es raro encontrar, desde la justicia, voces que disculpan o justifican estas conductas, minimizando o ignorando los daños que provocan, sobre todo cuando las denuncias vienen de entornos cercanos donde existe una jerarquía bien familiar, laboral o social (deportiva o eclesial).