Yo antes lo hacía todo lo grande. Me apetecía una manzana y me compraba un kilo. Creía que la vida era una fiesta. Qué equivocado estaba. No obstante, a medida que vas cumpliendo años, te das cuenta de que las cosas nunca son al cien por cien. Estás bien, sí, pero no al cien por cien. Ves lo suficiente, vale, pero no al cien por cien. Entiendes más o menos cómo funciona la intriga del mundo, de acuerdo, no te lo niego, pero no al cien por cien. El cien por cien no existe, Lutxo, lo siento. Todo son porcentajes. Por ejemplo, yo siempre he creído que los domingos por la tarde todo el mundo se divertía más que yo. Sin embargo, eso tampoco era así, me temo, no sé si me explico. Creemos en fantasías. Nos chiflan, no lo podemos evitar. Te dicen que, cuando te mueras, resucitarás en un mundo maravilloso y, claro, te lo crees. Dices: fenomenal. Y es cierto, no hay nada como las fantasías. No hay nada como la verdad que nos hará libres al cien por cien. No hay nada como creer que vas a ser feliz al cien por cien en un mundo maravilloso rodeado de belleza por todas partes. Ahora, sin embargo, llevan meses diciéndonos en los informativos de la mañana, en los de la tarde y también en los de la noche que se puede una o uno alimentar bastante bien con dos euros al día. Y que no hace falta bañarse tanto. Que una ducha de tres minutos basta y sobra. Que se puede estar divinamente en casa con una chaqueta de lana y una mantita en el sofá. Que las velas son románticas. En resumen: que hay que empezar a pensar que con vivir al cincuenta por cien ya está bien. Vaya, ya me ha salido otro pareado sin querer. Me salen solos, por inspiración espontánea. Pido perdón, pero es gracioso, ¿no? Con el cincuenta por cien, ya esta bien. Se lo cedo como slogan al gobierno. Para que haga pedagogía, tan necesaria hoy en día. Mierda, otra rima. A ver si voy a ser yo el poeta del apocalipsis. Estaría bueno.