El hallazgo de la mano de bronce en Irulegi con las palabras escritas en lengua vascónica más antiguas conocidas hasta ahora es sin duda un descubrimiento histórico. Queda aún mucho por saber y conocer de todo lo que aporta en sí misma la Mano de Irulegi, un camino por delante que tendrá a su vez otros vericuetos diferentes al abarcar investigaciones interdisciplinares, desde el ámbito lingüístico al histórico, arqueológico, antropológico o cultural. No sé hasta donde llevará ese recorrido, seguramente será extenso en el tiempo el recorrido, con dudas, avances y cambios de dirección, pero eso hace aún más apasionante y emocionante el protagonismo de esta localización en la actual Navarra, en pleno valle de Aranguren y a unos pocos kilómetros de Iruña. De momento, la Mano de Irulegi puede cambiar la historia del euskera y también puede desmontar la creencia oficial de que los vascones que habitaban estas tierras serían analfabetos antes de la romanización que ya alcanzaba la zona. Al contrario, esos viejos antepasados tenían una escritura propia para exponer su lengua y capacidad de leerla.

También puede tumbar otros mitos históricos, muchos nacidos desde los prejuicios políticos posteriores, sobre la personalidad y la historia de Navarra en tiempos tan lejanos como aquellos, entre ellos el de la vasconización tardía de nuestra tierra. El euskera ha estado presente en buena parte de la historia de Navarra, es posiblemente la lengua más antigua aún viva en Europa pese a la creciente presencia de otras lenguas en diversos momentos de la historia, pese a la pérdida de influencia territorial, pese a las campañas de desprestigio y pese a los ataques políticos y prohibiciones judiciales a los que se la ha sometido durante siglos. Incluso en las últimas décadas.

La Mano de Irulegi realza todo ese valor común del conjunto de la sociedad navarra y deja aún más en evidencia si cabe la ignorancia y los prejuicios de quienes someten insistentemente a la lengua, la cultura y la historia a sus necesidades políticas y obsesiones particulares de este siglo XXI. Hace unos años Euskaltzaindia inauguró una muestra en el Archivo General que recogía el protagonismo de esta lengua a lo largo de la historia de Navarra a través de documentos escritos a lo largo de 2.000 años. Textos que le hacen referencia como la lingua navarrorum, cartas y manuscritos hasta 36 piezas de valor documental histórico desde la Antigüedad romana al siglo XIX que prueban que el euskera sigue estando vivo en Navarra en este siglo XXI porque siempre ha estado aquí.

La Mano de Irulegi, descubierta gracias al magnífico trabajo arqueológico de la Sociedad de Ciencias Aranzadi –que este año cumple además 75 años necesitada de más ayudas para mantener su trabajo en las ocho excavaciones que tiene abiertas en Navarra–, solo ratifica eso mismo. Que es la lengua propia y original de quienes habitaron estas tierras antes que nosotros y que tiene en Navarra sus raíces. Ése es el valor informativo de la Mano de Irulegi, ofrecer una prueba más para entender que sólo un zoquete político o un indocumentado intelectual puede pretender tirar toda esa herencia social, histórica, humana, cultural y lingüística de Navarra a la basura. La verdad es muchas veces tozuda.