El Instituto Vasco de Criminología entregó el pasado lunes el informe sobre la tortura y otros malos tratos en Navarra desde 1979 hasta la actualidad encargado por el Gobierno foral. Los datos que arroja el estudio, cuya veracidad nadie pone en duda, son muy reveladores de que la llegada de la democracia no impidió que la vulneración de los derechos humanos fuera una práctica habitual como lo había sido también durante el franquismo. El trabajo elaborado por el equipo del prestigioso forense Paco Etxeberria acredita al menos 532 casos de torturas entre 1979 y 2015, si bien estima que la cifra final es este periodo rondará los 825 y que se supera de largo el millar si se suman los detectados en el primer informe, que abarcaba los años 1960-1978. Números que, por sí solos, dan cuenta de que durante décadas ha habido espacios para el maltrato sistemático desde la impunidad más absoluta, mientras jueces, médicos forenses y gobiernos no querían ver los excesos que se producían en comisarías y cuarteles o miraban para otro lado.

A ese generalizado silencio ante la tortura estábamos más que acostumbrados. Sorprende, sin embargo, que este informe apenas haya suscitado reacciones públicas. El mismo lunes solo el Gobierno de Navarra lo valoró. Pese a que evitó comparecer en público, emitió una nota que no ahorraba críticas hacia esta práctica. La consejera Ana Ollo recordaba que “durante años organizaciones internacionales han hecho constar su preocupación por el hecho de que la tortura fuera algo más que una práctica esporádica y casual, y el informe confirma lo que estas organizaciones habían apuntado insistentemente”. Y añadía que “cuando nos referimos a los derechos humanos, no podemos olvidar los de algunas personas, sino que hay que tener en cuenta los derechos de todos”.

Llama la atención, sin embargo, que la atinada reflexión de la consejera no llegara acompañada de otras reacciones similares. De hecho, ningún partido del arco parlamentario, a excepción de Sortu, ha dado su opinión al respecto. Algo cuando menos extraño en la tierra que perdió a su vecino Mikel Zabalza torturado en Intxaurrondo.