Se vienen tiempos de palomitas en la política navarra. Sobre todo en la pugna descarnada entre las derechas navarras tras el fiasco de Navarra Suma. UPN, PP y Ciudadanos compartieron en 2019 un mismo espacio electoral y se repartieron los escaños logrados en las urnas y ahora cada uno necesita pillar el cacho más grande de ese ámbito sociopolítico. La convivencia política ha saltado por los aires y el trazo de los descalificativos que se lanzan unos y otros cada vez es más grueso.

Traidores, desleales y tránsfugas son lo más suave que se han dicho estos días. En el Parlamento de Navarra no es que no se hablen y cada uno vote a su aire, ya es que ni se miran. No es descartable que también Ciudadanos, lo que sea eso en Navarra, acabe incorporándose al PP como se han sumado los ex diputados de UPN Adanero y Sayas. Tampoco es nuevo este escenario de ruptura y enfrentamiento en la derecha en Navarra. En realidad, se han aguantado por simple interés partidista –reparto de escaños, acceso al poder, colocación de personas en cargos públicos...–, pero nunca se han soportado. No ya solo entre UPN y PP. Ni siquiera entre ellos mismos en cada uno de sus partidos. La historia reciente de los partidos y liderazgos en las derechas en Navarra está llena de confrontaciones personales, casi desde los mismos tiempos de su fundación en UPN y desde los vaivenes de UCD hasta su desaparición.

No sólo en las derechas, es cierto. También en el PSN, en el nacionalismo, en la izquierda abertzale o ahora EH Bildu o entre los grupos a la izquierda de los socialistas ha habido rupturas y desencuentros. Pero en las derechas con mayor crudeza y habitualidad. Por cierto, acojonante la escenificación que les dedicó a Adanero y Sayas el PP en su presentación pública en Madrid. Un sarao como si llegasen a Génova dos estrellas de Hollywood: cobertura mediática de los medios madrileños conservadores –casi todos–, y amplio acompañamiento de los líderes del PP en los madriles. Evidentemente, en la Villa y Corte Adanero y Sayas son más profetas que en Navarra, donde su predicamento, más allá de los votantes de derechas, es más bien poco. Aún así, a Carlos García Adanero ya le han colocado al frente de la lista del PP en Pamplona, rival duro para la sustituta de Maya, Cristina Ibarrola.

No está tan claro como pregona Esparza, según dice amparado por las encuestas que ha encargado, que sus resultados en solitario van a mejorar los 15 parlamentarios de 2015 y 2019. La oferta electoral esta vez del PP va a ser más competitiva. Su apuesta es venir para quedarse y tiene la oportunidad y público alimentado mediáticamente para agrandar su espacio propio en unos comicios que aunque son autonómicos y locales tienen inevitablemente un aroma a primera vuelta antes de las elecciones generales que le seguirán. En Madrid, al PP y a todo el entramado político, institucional y mediático conservador allí asentado nunca les han gustado esos otros partidos a los que denominan despectivamente champiñones y siempre que han podido se los han quitado de encima. Otra cosa es que UPN lleva años ya alimentando absurdamente el discurso del PP aquí en Navarra. Piedras a su tejado. Haría bien Esparza en no minusvalorar su competencia en mayo. Si se confía quizá le pase como a Osasuna cuando nos confíamos.