Las mascarillas van desapareciendo de nuestra vida como un día dejaron de circular las pesetas: no son de uso corriente pero siempre encontramos alguna en un bolsillo, en un cajón o en la guantera del coche. Desde hoy ya no serán obligatorias en el transporte público, aunque, como el covid persistente, quedan espacios como centros sanitarios, farmacias o residencias de mayores donde continuarán siendo visibles. Incluso la prudencia aconseja recurrir a ellas en determinados lugares o periodos del año para evitar contagios.

Hubo un tiempo en que podías olvidar ponerte los calzoncillos pero no podías salir de casa sin mascarilla. Incluso en la propia vivienda la convivencia se desarrollaba con tapabocas en los momentos de incertidumbre de un posible positivo. La protección llegó a ser molesta: sensación de ahogo, cristal de las gafas empañado, molestia en las orejas… Por una vez probamos cómo debe sentirse un perro con bozal.

Como en toda crisis, guerra o desastre natural, mientras la mayoría arrima el hombro, unos pocos meten la mano en el bolsillo. La frágil mascarilla pasó a convertirse en la primavera de 2020 en artículo de primera necesidad, en escudo salvavidas, en salvoconducto para circular por las calles. En algunos lugares su precio cotizó como el barril Brent y pasó de costar 0,25 euros la unidad a 8 euros (y eso que Putin aún no había invadido Ucrania…). Así que quien no podía acceder a una mascarilla quirúrgica o a una FFP2 recurría a la fabricación casera con tela, momento este de la pandemia que sacó también a la luz una potente actividad manufacturera, una economía sumergida en la que Hacienda hizo la vista gorda. Pero, como decía, la urgencia por tener suministro de protectores para la población y que la vigilancia estaba puesta en contagios y hospitalizaciones, dejó el campo abierto a fraudes millonarios como los registrados en Madrid, con pago de comisiones a la altura de un representante de futbolistas.

¿Qué hacemos ahora con los paquetes que tenemos en casa? ¿Qué hace el Gobierno de Navarra con 1,7 millones de mascarillas almacenadas por las que anticipó unos dos millones de euros y con la CEN defendiendo que esta ronda no la pagan ellos? ¿Qué tipo de mascarilla necesitamos hoy para protegernos de la violencia, del racismo, de la homofobia, de la mentira y de la manipulación?