Las crisis económicas en el capitalismo moderno son cíclicas y ya nos vamos a acostumbrando a que se repitan cada vez con mayor frecuencia. Mejor dicho vamos saltando de un crack a otro crack sin levantar cabeza. No entendemos muy bien sus causas pero sí sus efectos. La primera y seguramente más gorda que nos tocó vivir fue la de 2008 con la caída de Lehman Brothers también en Estados Unidos y las hipotecas subprime que en nuestro país explosionó en forma de forma de burbuja inmobiliaria y supuso el descalabro de las cajas de ahorro, el rescate de los Gobiernos a los bancos, la falta de empleo y la imposibilidad de pagar hipotecas de viviendas adquiridos a precios sin control. Luego llegó la crisis de 2020 con el caos sanitario que supuso la pandemia y de la que todavía no se han aclarado sus causas, si el virus salió de un laboratorio de Wuhan en un ensayo de guerra bacteriológica, o era el presagio de otros virus que saltan de animales como la viruela del mono en un desgobierno del hombre depredador de recursos por el control de la naturaleza. Nos estábamos recuperando del colapso económico que supuso la paralización del mundo cuando llegó la crisis de suministro del gas por la invasión rusa de Ucrania, que a nadie se le escapa que tiene detrás causas mucho más complejas que el afán expansionista de un régimen totalitario y el desabastecimiento de materias primas como el trigo. La subida de los precios y de los intereses volvía a poner en peligro las pequeñas economías de familias o jóvenes con necesidad de emanciparse.

El recién colapso de un banco estadounidense que para la mayoría de la población era desconocido ha desatado el pánico en los mercados de todo el mundo, tanto en las Bolsas, como en las empresas, en los gobiernos, en la prensa y en el conjunto de la sociedad. Una quiebra que el ciudadano medio no sabe muy bien a qué se ha debido, si se ha quedado sin liquidez, debido la subida de los tipos de interés, por el misterioso encaje de las criptomonedas o tiene que ver la especulación de las startups o de empresas multinacionales tecnológicas. Un mundo para brokers y especuladores seguramente donde el riesgo viene a ser como jugar en las Vegas. Silicon Valley Bank experimentó un crecimiento del 250% en su balance entre 2019 y 2022. Y sin embargo en unas horas sus acciones se derrumbaron un 60%. Leo que la implosión del megabanco llegó después de que los clientes retiraran de golpe sus  depósitos, preocupados por la salud financiera de su banca. Vamos que el banco que prestaba financiación a las start ups que se abren camino en el peligroso y competitivo mercado de las empresas tecnológicas se viene abajo arrastrando con él a los valores de los mercados bursátiles. Dicen que el crack no va a salpicar a Europa pero ya se teme un colapso a nivel internacional. También nos dijeron que lo de Lehman Brothers iba a quedarse en anécdota. ¿Estamos ante un nuevo rescate a la banca? Y una se pregunta después de todo este caos quién está al frente de los grandes poderes fácticos y los intereses económicos que son los que claramente manejan a las instituciones a cualquier escala por no hablar de políticas monetarias poco ortodoxas, la falta de regulación del mercado financiero y, en definitiva, tendríamos que preguntarnos cuáles son las verdaderas ventajas del capitalismo salvaje. Y si las reglas de los grandes mercados financieros realmente son una gran mentira, son un monopoly en manos de cuatro, y que terminan salpicando al que menos culpa tiene. En este caso si el Banco Central Europeo se repiensa la subida de los intereses ni tan mal para frenar el encarecimiento de las hipotecas. Pero va a ser que no.