La oportunidad de un avezado periodista deportivo construyó la expresión periodística de definir la carrera de un puñado de ciclistas marchando por la carretera, arrastrando sus cuerpos y almas como serpiente de colores por la variedad, vistosidad y mezcla cual arco iris en jugosa combinación sobre sus cuerpos castigados por largas marchas sobre sus frágiles herramientas de correr por carreteras montañosas, largos llanos de agresivos desniveles o escarpados caminos de picos y senderos. La actividad deportiva desarrolla una variedad de especialidades, individuales o en equipo, en numerosas latitudes del mundo. Es reconocida la violencia extra a la que se ven sometidos quienes las practican con generosidad y entrega. Montados en sus conocidas “burras” los ciclistas se convierten en colorida serpiente de frágiles deportistas montados en frágiles bicis de acero, dispuestos al agotamiento, la pelea sin fin y la lucha exhausta de quienes sueñan con el oro, el triunfo y la gloria. Es la serpiente multicolor que anima las carreteras, calienta los corazones de los espectadores y explota las condiciones físicas y mentales de quienes participan de la competición y el esfuerzo. Cuerpos exprimidos, embutidos en jerseis multicolores llenos de brillo y colores que definen las escuadras y los campeones de una pelea que comienza en la mañana y se cierra al atardecer. Con viseras, camisolas, zapatillas y guantes, el atuendo de los ciclista luce color y emoción. Es la liturgia del ciclismo, poderoso espectáculo que viven los pueblos con entrega. Es la muestra poderosa de identificar color, sentimiento y pertenencia a un pueblo vivo y valiente con el esfuerzo y la pelea vital por defender los colores de un equipo, dorsal, una tradición.