No era rojilla. En realidad no era futbolera. Hasta que ha llegado esta final de la Copa. La ilusión es como una gota que cae en medio de un estanque generando varias ondas que se transmiten y acaban llegado hasta la orilla. Esa gota, el punto de inflexión, esos instantes, momentos o situaciones, que suceden de forma absolutamente inesperada, llegaron con el alboroto de mis compañeros, el esfuerzo titánico que han realizado para preparar en un tiempo récord suplementos, reportajes, entrevistas, análisis, historias... y el mimo con el que han trabajado. Me ha recordado los tiempos en los que el periodismo nos hacía vibrar y disfrutar. Y, por supuesto, visualizar las fotos que nos iban llegando de aficionados con caras pintadas, bufandas o sonrisas txikis desbordadas de alegría. Las ganas de los 24.000 aficionados en Sevilla... Dicen que el futuro no está escrito, que lo puedes construir con tus acciones y actitudes, como dice el poema, “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Es evidente que la ilusión se contagia, se transmite. Así es, la suma de las actitudes que adoptamos en cada momento condicionan y forjan nuestro futuro, y son una herramienta muy poderosa de la que muchas veces no somos conscientes, cuando de ellas depende muchas veces el rumbo y sentido de la vida. Lo de menos, en este caso, es ser David contra Goliat. Lo de menos es el resultado. Nuestras expectativas han creado la energía necesaria para vivir el triunfo de antemano, con más esperanza que nunca. Vivir así estos días ya ha merecido la pena. Me conozco, voy a sufrir de veras esta noche.