De vuelco en vuelco

En apenas año y medio, la historia de Chile ha avanzado (o retrocedido, según se mire) en un frenético zig-zag. A finales de diciembre de 2021, Gabriel Boric recuperaba el poder para la izquierda tras vencer al derechista José Antonio Kast en la segunda vuelta de las presidenciales por once puntos; nada menos que un millón de votos de diferencia. Tras su toma de posesión, en marzo de 2022, el primer gran empeño fue elaborar una nueva constitución. El texto, que fue presentado como la ley fundamental más avanzada, no ya del continente, sino de todo el mundo, fue estrepitosamente rechazado en septiembre. Curiosamente, y como ocurre más de una vez, el frente por el no lo compartieron las fuerzas de la diestra pinochetista y formaciones autoproclamadas de izquierdas a las que el contenido del nuevo documento se les quedaba corto. Con todo, los análisis más a fondo sobre los motivos del batacazo no apuntaban a los extremos. Buena parte de los noes los dejaron en las urnas ciudadanos moderados que veían en el articulado un gran brindis al sol.

Sin autocrítica

Pasado el sofoco inicial, los derrotados quisieron quitarle hierro a la debacle. Quisieron convencerse a sí mismos y a los demás de que si no había salido a la primera, sería a la segunda, y si no, a la tercera. Recuerdo haber escrito en caliente sobre lo poco adecuado de semejante postura. Además de instalarse en la perniciosa idea de que la democracia consiste en votar todas las veces que sea necesario hasta que salga el resultado deseado, se corría el riesgo de un nuevo vendaval político que alterase la correlación de fuerzas. Como saben de sobra a estas alturas, eso es exactamente lo que ha ocurrido en las elecciones constituyentes del pasado domingo, en las que la extrema derecha liderada por Kast ha arrasado. Ahora mismo son suyos 23 de los 50 consejeros. Sumados a la 11 de la llamada derecha tradicional, componen una mayoría muy amplia para tumbar cualquier propuesta que les haga el comité de expertos que elaboran el nuevo texto.

50 aniversario

La paradoja se cuenta a sí misma: los que se negaban a cambiar la constitución heredada de Pinochet tienen ahora mismo la potestad de hacer una nueva a su imagen y semejanza. En estas, resulta triste que llegue la tardía autocrítica de Boric, pidiendo ahora a la derecha que no cometa los mismos errores que cometió la izquierda. Para que no falte el efecto simbólico, todo esto ocurre a apenas cuatro meses del 50 aniversario del golpe de estado del dictador cuyo fantasma parece que se empeña en hacerse presente.