La respuesta de Sánchez a la enésima interpelación sobre el ascenso a las más altas responsabilidades en la Guardia Civil como teniente general del agente Arturo Espejo, uno de los implicados en la muerte por torturas del joven navarro Mikel Zabalza hace casi 38 años, justificando la decisión Marlaska no sólo es humana y políticamente decepcionante, también inaceptable democráticamente. Sánchez se limitó a repetir la misma argumentación de Marlaska –un tipo que acumula condenadas del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo que hizo carrera judicial de la mano del PP–, de que el agente Espejo no ha sido a imputado ni condenado por esos hechos. Una argumentación hipócrita y farisea. Una excusa cobarde para seguir tapando la verdad.

Es imposible que en estos 38 años transcurridos desde la detención, interrogatorio, torturas, muerte y abandono esposado en el cauce del río Bidasoa (Endarlatsa) de Mikel Zabalza, Espejo haya podido ser interrogado, imputado o condenado por aquella deleznable actuación simplemente porque el caso no ha tenido ni investigación policial ni actuación judicial justas al estar encubierto por el manto de impunidad y protección que le garantiza la vigencia de la Ley de Secretos Oficiales franquista aún vigente. Es decir, Sánchez es también cómplice de imposibilitar que Espejo pueda llegar ante la justicia al impedir conocer la verdad real de lo ocurrido en 1985 en Intxaurrondo.

Pero a Sánchez no le importa que esa posición, que ahonda en la falta de respeto histórica con la familia de Mikel Zabalza, deje en evidencia que su compromiso con los derechos humanos y los valores de la ética humanista es solo una pose. O que su posición esté muy alejada de las críticas de las instituciones de Navarra –el Parlamento por unanimidad–, o de la CAV, donde Zabalza ya está reconocida como víctima, y de las posiciones de PSN y PSE tras el último ascenso de Arturo Espejo. Sánchez sabe que Mikel Zabalza, un joven sin vinculación con ETA arrastrado a la muerte por las acciones de guerra sucia policial bajo el paraguas de la lucha antiterrorista, es una víctima de segunda. De esas que no cuentan en el circo político y mediático de Madrid. Tratan a la democracia que dicen representar como si fuera un sistema inmaduro que no está preparado para conocer la verdad de los hechos y con ello la devalúan y minorizan y la someten a los candados heredados del franquismo que campan a sus anchas en buena parte de las oscuras estructuras del Estado español.