Se le pregunta a Chat GPT qué es un autócrata y responde: “Es una persona que ejerce el poder absoluto y sin restricciones sobre un país o una organización. Es un líder que toma decisiones unilaterales y no permite la participación o el control por parte de otros. El autócrata concentra el poder en sí mismo y puede ejercerlo de manera autoritaria, imponiendo su voluntad y suprimiendo la oposición o la disidencia”. Se le escuchó esta semana a Andoni Ortuzar poner un ejemplo: “Creo que todos los que hemos estado alrededor de Sánchez, tenemos la sensación de que somos kleenex para él. Nos usa, nos tira, luego vuelve a coger otro kleenex, y es poco edificante para los demás. Creo que él nos ha utilizado a todos, sin excepción, incluido su propio partido”. Se reunió Sánchez con sus diputados y senadores para explicarles lo del adelanto electoral: “Tomé la decisión con mi conciencia”, y “sé que se acercan las vacaciones. Las primeras vacaciones completamente normales tras el COVID y que necesita la sociedad descansar, y lo entiendo y me hago cargo, pero lo que se decida el 23 de julio será decisivo para España”. Aplaudieron a rabiar los asistentes, ofreciendo un espectáculo palmero lindante con el esperpento. Durante esta próxima semana se darán cuenta de que más de la mitad de ellos perderán el escaño, y probablemente no lo volverán a ocupar nunca más. En las nuevas listas habrá que habilitar sitio para cuarto y mitad de ministros, y además el PSOE va a menguar su espacio en el hemiciclo. Las consecuencias de las elecciones municipales y autonómicas para los socialistas se traducen, a día de hoy, en que unos cuantos miles ya se están buscando la vida, tras haber perdido el empleo en las instituciones que gobernaban. Cargos públicos, asesores y puestos de confianza, víctimas de un diseño de campaña en el que Sánchez decidió, por sí y para sí, autocráticamente, que tenía que ser él el actuante, el protagonista, el pivot de los mítines, la bala trazadora, en demérito de los mensajes que se podrían haber articulado desde los espacios territoriales. La consecuencia ahí está.

Es indiscutible la prerrogativa presidencial de apretar el botón y llamar a las urnas. Una función constitucional que se le otorga como capacidad libérrima, que no hay siquiera que justificar, y para la que lo único que se exige es que consulte al Consejo de Ministros y se comunique al rey. Lo primero, aunque requerimiento procedimental, no se hizo, síntoma obvio del autocrático desprecio al componente formal de los actos institucionales. Sobre las intenciones estratégicas del adelanto se escuchan recurrentemente dos versiones incompatibles. Una, que Sánchez es un gran estratega, que sabe que es ahora cuando puede salvar los muebles, y únicamente de esta manera. La otra es que en realidad es un temerario, adicto a los desafíos, más intuitivo que cerebral, y que le tienta jugársela. Pero muy por encima de ese análisis se encuentra el hecho relevante del asunto: la fecha elegida. El día que estadísticamente hace más calor en el promedio del país. En mitad de un puente para varias comunidades. Periodo en el que más vacaciones se toman. Y cuando una buena parte de los medios de comunicación tienen organizadas sus ediciones de verano. Someter a los votantes a tener que ejercer su derecho en esas condiciones es tomarlos como súbditos, y hacer del país un rebaño servil. El adorno cínico de “lo entiendo y me hago cargo” tiene características psicológicas representativas del personaje, aquejado de una falta de empatía que lo convierte en un peligro. Apenas hace dos semanas nos estaban vendiendo una ley que decían iba a llevar “la emergencia climática al ámbito de la legislación laboral”, según la cual cualquier trabajador podría interrumpir su esfuerzo en el momento en el que el termómetro superara una determinada cifra. Es imposible saber hoy a cuánto estarán los colegios electorales ese día, pero la probabilidad estadística dice que en la mayor parte de España no será posible pasar el día en una mesa electoral (como tendrán que hacer el medio millón de agraciados con el sorteo), aguantar una cola a la intemperie, o simplemente organizar un desplazamiento medianamente cómodo. Serán las elecciones deliberadamente más anómalas que se hayan convocado nunca. Quien ha tomado la decisión, Sánchez, ya ha escrito el primer punto de su programa electoral, indistinguible de la metáfora de la depravación de Macbeth: lo bueno es malo, lo feo es bello y lo justo, injusto.