Cae una lluvia fina, aunque hace un rato era gorda, un poco después de que los truenos sonaran por la toda la ciudad despertando a los niños de las siestas y a los perros de sus letargos. Ya han abierto las piscinas, así que sigue la tradición que raro año, quizá el pasado, se rompe: llueve. Dicen que esta lluvia es buena y no lo negaré, a ver quién es capaz de negar algo así cuando se va a cumplir en pocos días el primer aniversario de aquellos incendios que arrasaron media Navarra y que nos tuvieron varios días con el corazón en un puño deseando que cayera algo que nunca cayó o que bajara un mercurio que nos martirizó varias semanas.

Esta lluvia fina que cae esta tarde, que al menos es el fruto deseado de unos cuantos días de cielos tristes, plomizos y cargados, ojalá que sirva para calmar algo la sequía, aunque no parece que donde más falta hace vaya a llover todo lo que tendría, ni que estas tormentas de ya casi verano vayan a servir para que los embalses crezcan lo que no crecieron en otoño o invierno. Cantaba Raimón, que es valenciano, que en su país la lluvia no sabe llover, que o hay sequía o cae en tromba, y últimamente es así en demasiadas partes y con más frecuencia que pasaba. No sé, solo sé que anuncian un verano muy caluroso y que llueve y me debato entre la necesidad de verano y cierto calor sano y la certeza de que el agua nos vendrá bien por si acaso, aunque no sé por si acaso qué. ¿Sirven estas tormentas de poca precipitación para mucho más que limpiar algo el ambiente y las calles? Ni idea, imagino que sirven para algo más, pero no dejo de pensar que llevamos ya casi tres semanas de bochorno y tormentas, un asunto de estos medio tropical, y que empieza a hacerse largo. Y con tampoco excesivos litros caídos en la mayoría de los sitios, más allá de zonas puntuales algún día. Un tiempo raro, este, la verdad. Han abierto las piscinas.