Los historiadores definen los tiempos presentes como sometidos a una aceleración sin parangón. La velocidad con la que ocurre todo, obliga a una observación veloz de la actualidad. Es como si los hechos ocurriesen a velocidad de vértigo, olvidándose y sedimentándose. Nuestra frágil memoria apenas retiene algunos hechos importantes. Por ejemplo, de la pasada campaña electoral queda el choque de trenes entre una periodista y el candidato popular. El tiempo pone los recuerdos en su lugar, y el enfrentamiento de una periodista valiente y segura de su papel profesional y un engreído personaje del cotarro político que desbordó los límites de la libertad de información, al descubrir las mentiras con las que el político de marras quiso manipular el encuentro, se convierte en referencia profesional para vergüenza del mentecato.

Silvia Intxaurrondo debió de aprender en las aulas de Comunicación de la UN que el periodismo es una ocupación profesional que trata de llevar a la audiencia hechos probados y contrastados, alejándose de la mentira, manipulación o manejo torticero de la actualidad. Sencillamente periodismo, todo lo demás sobra. Preparación, seguridad y fuerza interior para aguantar al bicho que trataba de amedrentarla, cosa que en absoluto logró. Están muy equivocados quienes piensan que los periodistas somos recadistas, mamporreros, correveidiles al servicio de los poderes manifestados y ocultos, que hay que preservar para defender una sociedad más libre y democrática. El comportamiento de Silvia se estudiará en las facultades como ejemplo del quehacer periodístico pleno de verdad y sentido profesional y democrático, que los periodistas debiéramos practicar con diaria honestidad.