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Mesa de Redacción

Joseba Santamaria

El teatrillo de Feijóo es una tomadura de pelo

El teatrillo de Feijóo es una tomadura de peloEP

Ya en marcha el proceso de investidura con Feijóo como primer candidato. Un mes largo que será de muchos dimes y diretes, pero que llegará a nada. Feijóo tiene hoy 172 votos (PP, Vox, Coalición y Canaria y UPN) y no tiene posibilidades de sumar más. El paripé que inicia ahora el PP no tiene como destino que Feijóo sea investido presidente, porque ya sabe de antemano que no ocurrirá. El PNV ha sido rotundo por enésima vez en su no a cualquier operación que incluya la participación de la extrema derecha y Junts y ERC tienen su espacio de negociación abierto con Sánchez con la apuesta por una solución democrática al conflicto político abierto en Cataluña como su eje prioritario.

Un terreno en el que el PP se ha cerrado toda puerta preso de su demagogia e intransigencia. Acudir a la desesperada insidia de buscar cuatro votos tránsfugas –de eso sabe el PP y también su socio UPN–, en las filas de los diputados del PSOE es, además de imposible creo, una chapuza desde el punto de vista político y una miseria desde el punto de vista democrático, que evidencia la debilidad de Feijóo y su equipo.

Y, por último, la vía de una gran coalición con un PSOE apoyando a Feijóo es una patética contradicción, de pasar de centrar sus mensajes en la necesidad de echar al sanchismo a acabar rogando a ese mismo socialismo sopitas para tratar de sobrevivir políticamente. La apuesta del PP es otra. Utilizar las instituciones democráticas en favor de los intereses particulares de Feijóo. Su liderazgo salió muy tocado de la decepción electoral del 23-J y ni su estabilidad como líder de PP está a día de hoy consolidada. Con esta escenificación tiene más de 30 días por delante para limpiar su deteriorada imagen después de una campaña electoral en la que dejó muestras de ignorancia sobre casi todas las cuestiones a las que se tuvo que enfrentar en debates y entrevistas y de una total falta de vinculación con los problemas y las necesidades actuales de la sociedad. También para ganar tiempo e ir vaciando las pesadas piedras que acumula en su mochila tras décadas de actividad política. Muchas sombras y episodios oscuros que le impiden avanzar en la credibilidad social mínima para aspirar a presidir el Gobierno. Y, por supuesto, poder marcar distancias –con la boca pequeña, eso sí–, con la ultraderecha de Vox. Esa compañía es un lastre en el camino de Feijóo y al mismo tiempo es una inevitable necesidad seguir cumpliendo las condiciones que le impone Abascal, con el que el PP ya gobierna cinco comunidades autónomas. O corre el riesgo de volver a los 139 votos en los que se quedó el PP en la elección de la Mesa del Congreso.

Un periplo de cuatro semanas con la esperanza de que Sánchez no pueda tampoco construir un mínimo común denominador con los apoyos que necesita para llegar a 178 votos, también fracase en su intento de investidura y haya que repetir elecciones en enero. Un teatrillo del absurdo que asume su derrota parlamentaria y su investidura fallida. En definitiva, una falta de respeto a la democracia –de la que Felipe de Borbón no está exento de responsabilidad–, y una tomadura de pelo a las ciudadanas y ciudadanos a los que luego pretenderá pedir el voto. Me puedo equivocar, porque en la política todo es posible, hasta lo imposible, pero esto es lo que espera a la política española en estos 33 días por delante. Aunque quizá ese tiempo inútil se le acabe haciendo más largo a Feijóo que a nosotros.