Hace unos días se anunció una posible tormenta extrema en buena parte de Madrid por parte de la Agencia Española de Meteorología, incluyendo en la alerta a Madrid capital. Finalmente, Madrid capital se salvo de lo más extremo, pero zonas cercanas como Aldea del Fresno –a unos 60 kilómetros– o la zona suroeste de la comunidad sufrieron precipitaciones históricas en pocas horas, inundaciones y fallecidos y desaparecidos. Pues al alcalde de Madrid no se le ocurrió decir otra cosa que quejarse y aseverar que “hay que afinar las previsiones”, dirigiéndose a Aemet, puesto que el anuncio –con aviso incluido a los móviles, por parte del Gobierno de Ayuso– había perjudicado la economía y a los madrileños. Luego comentó que no había sido una crítica sino una reflexión. Yo soy el de Aemet y le reflexiono una hostia a mano abierta que se le quitan las ganas de jugar a hombre del tiempo para años.

Es indignante que los ciertos políticos siempre jueguen a asunto pasado a criticar a los científicos que con las herramientas a su alcance avisan de posibles situaciones. Una de las características propias de una tormenta de estos calibres es precisamente su imprevisibilidad o la imposibilidad de predecir con total exactitud por los modelos su localización, duración y magnitud. Hay estimaciones, lo más exactas posibles, pero a fin de cuentas hablamos de fenómenos que de sobra saben los políticos que no se pueden pintar brochazo a brochazo como si encajasen las 1.000 piezas del puzzle. A veces se cae el cielo aquí y nadie puede asegurar por qué aquí y no a 10 kilómetros o 50. Eso sí, si no avisas y luego cae y hay tragedias a espuertas, entonces también utilizan el truco de quejarse a toro pasado de que no se anunció. Todo les vale y de todo hacen política chunga, ventajista e hipotéticamente ganadora, aunque finalmente el ridículo sea lo que quede entre la gente sensata.