Desde agosto del año pasado hay hipotecas que se han encarecido un 50% o más, pero estamos tranquilo porque el Banco Central Europeo ha subido hace escasos días un 0,25% más el precio del dinero para así, dicen, frenar la inflación. La inflación frenada lo que se dice frenada no está, sino que sigue cabalgando a su aire elevando los precios de la inmensa mayoría de los productos básicos y en estas últimas semanas los de los carburantes, que se van a volver a poner a precios prohibitivos.

Pero no pasa nada porque Lagarde y toda esta gente ya están en ello y cuando Lagarde y Von Der Leyen y Pedro Sánchez y Puigdemont y el 8 de octubre y la amnistía y todo esto pase seguro que la atención se centra en que a los curritos nos han subido las hipotecas hasta límites demenciales y que vas a hacer la compra y llevas tres calculadoras y que miras los precios a los que están los pisos –nuevos y de segunda mano y tercera y sexta– y te entra el acojono de a ver si nos viene de nuevo una hostia sideral por la vía inmobiliaria y especulativa como en 2008. Seguro que sí, que la atención de los grandes medios y en general la nuestra se centra en que unos y otros nos la están metiendo doblada y que somos bastante más pobres que hace seis meses, mucho más que hace un año y muchísimo más que hace dos, puesto que los salarios a absolutamente nadie le han subido en la misma proporción en la que se ha encarecido la vida.

Y esto por ni ponernos a hablar de otra serie de amenazas climáticas, militares, políticas y sociales que se ciernen cada dos por tres y que todas unidas al momento económico hacen que la presión mental que tienen que soportar quienes peor están pero también quienes forman parte de eso que se llama la clase media sea en muchos momentos insoportable. Pero, oye, que están frenando Lagarde y cía la inflación y a ver quién no se calma sabiendo eso, por Dios.