Los gobiernos de los 27 estados de la Unión Europea han alcanzado un acuerdo para rebajar el rigor de la propuesta de la Comisión Europea en materia de reducción de emisiones de vehículos, lo que abre la puerta a un debate que no cabe retrasar. A estas alturas del programa de reducción de emisiones se hace evidente que el sector automovilístico no está en disposición de cumplir las exigencias fijadas en 2025. La moratoria de dos años en la implementación de esos objetivos puede responder a un ejercicio de realismo, por más que resulte decepcionante. La fiabilidad del proyecto de sustitución de vehículos de combustión por eléctricos también pasa por que el cumplimiento de sus objetivos sea razonable. No se haría ningún favor al compromiso de protección medioambiental –que debe ser inquebrantable y al que ya le aprietan los plazos– creando un cuello de botella que ni consiga el desarrollo tecnológico preciso ni favorezca la renovación del parque de combustión por falta de capacidad de producción, de suministro de componentes y de generación eléctrica sustitutiva de la quema de combustibles fósiles. El sector automovilístico aplaude la medida en tanto supone aumentar en 24 meses el plazo para el cumplimiento de compromisos que, en cualquier caso, deben seguir estando ahí. De consensuarse con el Parlamento Europeo la nueva estrategia, esta moratoria debe estar acompañada de una firme exigencia de desarrollo tecnológico, inversión en mejorar eficiencia, consumo y emisiones de los vehículos. El sector tiene que ponerse las pilas en este sentido y la legislación tomar conciencia de las necesidades reales de un proceso de innovación de esta profundidad. El objetivo de 2035 sin nuevos vehículos de combustión sigue vigente y las dificultades que encara no son menores. Todo augura que la aplicación estricta de la normativa conducirá a una limitación de la oferta de vehículos en esas fechas por la limitada capacidad de producción y elevados costes que ahora argumentan las marcas fabricantes. Es un escenario que habrá que afrontar y que conlleva el riesgo de un envejecimiento del parque automovilístico europeo, provocando el efecto contrario a la reducción de emisiones gracias a su renovación. Pero los datos objetivos de impacto ambiental no se pueden obviar y ya son parte de la ecuación económica tanto como el empleo o el crecimiento del PIB.