La posibilidad de una moción de censura en el Ayuntamiento de Pamplona es una sombra alargada que pesa sobre la alcaldesa Ibarrola desde antes incluso de que fuera elegida. Forma parte desde entonces del teatro político foral, aparece y desaparece como un guadiana. Pero todo teatro tiene un patrón en tres actos reconocible: planteamiento, nudo y desenlace.

Es evidente que la ciudadanía de Iruña votó de forma muy mayoritaria por opciones progresistas con la indisimulada intención de cambiar el signo del Ayuntamiento tras los desastrosos cuatro años de Maya al frente. Esa mayoría de 16 concejales sobre 27 no se hizo efectiva en junio por intereses políticos y electorales lejanos a los de la ciudad. Y a Ibarrola le valieron sus nueve concejales y ser la lista más votada para aterrizar como alcaldesa. Ese hecho, sin embargo, no solo no cerró la puerta a la moción de censura, sino que la ha ido abriendo cada vez más conforme Ibarrola navegaba por sus primeros 100 días de decisiones.

Insinúa el diputado Sayas que el relevo en la alcaldía de Iruña puede formar parte de las negociaciones de investidura de Sánchez. Lo que pueda decir o no Sayas es poco relevante y además dudo todo que tenga información de primera mano de esas negociaciones, más allá de servirle para apelar a los manidos y viejos eslóganes como Navarra no se negocia. Cuando se ha negociado sobre Navarra en Madrid ha sido para precisamente para venderla a sus intereses políticos. Por eso creo que su piedra al charco de la moción de censura a Ibarrola solo busca intentar ocupar espacio mediático –es complicado eso siendo un diputado de un grupo de 137 en Madrid–, molestar a la propia Ibarrola poniéndola en el foco y joder a UPN. Como él, tampoco lo sé la verdad, pero no creo que Iruña esté ahora en el paquete de requisitos entre el PSOE y PNV, EH Bildu o Sumar, formaciones que tienen representación en Pamplona y en el Congreso. Creo que esa es una carta ya amortizada. No sé si pactada de antemano en Navarra, pero como mercancía de negociación tiene poco valor en este momento en Madrid.

Acusa UPN a la mayoría democrática del Ayuntamiento de acoso y derribo de Ibarrola. Lo del acoso no se ve por ningún lado, simplemente un control político y una exigencia de transparencia normal y habitual en cualquier sistema democrático. Más siendo la oposición la mayoría municipal. Y lo de derribo tampoco. Sobre todo porque son Labairu y otros del equipo municipal de UPN quienes se están bastando solos en su día a día para impulsar y hacer efectiva esa posible moción de censura. Igual Ibarrola también tiene el enemigo en casa. Más bien es un autoderribo. Siguen gobernando esta Pamplona con la misma prepotencia de siempre y como si tuvieran la mayoría absoluta del Pleno. Nada más alejado de la realidad de esta ciudad.

Han sido 100 días de rectificaciones –ayer mismo en el barrio de San Jorge–, errores, despropósitos, provocaciones... y la imagen inevitable e inaceptable de que Pamplona se dirige en esas condiciones a otros cuatro años de inacción y parálisis municipal. La moción de censura, si llega, estará motivada y justificada por la actitud de la alcaldesa Ibarrola y su equipo y por el agotamiento de la paciencia de una oposición que es mayoría municipal. No tanto por pactos secretos ni otras milongas de esas.