Paseo tranquilo. Conceptos incompatibles en Pamplona. Sea por aceras, parques o avenidas y calles seudopeatonales. Bicicletas y patinetes impiden la relajación. Los veas venir o te sorprendan por la espalda. Algo falla en la convivencia entre deambulación pedestre y desplazamiento a pedales o en patín: el conocimiento, cumplimiento y vigilancia de la norma. Negligencia policial. De entrada, a la vista de la experiencia, parece inadecuado que peatones, usuarios de patines y ciclistas compartan el mismo espacio. Algunos ejemplos. Andén del parque de la Media Luna. Una raya blanca en el centro señaliza su ruta a las bicis. Orientativa, claro. Para respetarla tendrían que ir en fila india y de modo unidireccional. Como no parece operativo, invaden los costados destinados a los paseantes, acosados a veces por el cruce de bicis de subida y bajada. Y suelen circular ligeras. Vuelta del Castillo. Las bicis tienen su carril periférico independiente. Bidireccional, lo que entraña algún riesgo en casos de exceso de velocidad o falta de pericia. No es óbice para que algunos ciclistas utilicen la zona reservada a los peatones o a los practicantes de deporte. ¿Cuántos echan pie a tierra al atravesar la plaza de los Fueros, según la señalización instalada? Casi ninguno. Avenida de Carlos III. Su anchura permite a los usuarios de bicis y patinetes sortear personas y grupos, zigzaguear a conveniencia, sin la menor consideración a ancianos, niños ni grupos en conversación distendida. Antes de cualquier movimiento, es aconsejable que el caminante observe la situación en su entorno para evitarse sobresalto o mal golpe. Paseo del Arga. Conflicto de intereses entre quienes caminan y quienes pedalean, todos imbuidos por el movimiento como salud. Beloso, donde la única acera –estrecha, arbolada y en pendiente– complica la coexistencia a pesar de la limitación de velocidad y la obligada separación con viandantes. Paseos en alerta. Sin tranquilidad.