Con toda la atención mediática puesta en la investidura de Pedro Sánchez, pendientes de si logra o no la mayoría suficiente para formar un nuevo Gobierno de España, en Navarra el Ejecutivo foral ha presentado esta semana las bases del presupuesto del próximo año. Un trámite que llega con retraso y que, salvó sorpresa, verá la luz sin mayores complicaciones a principios de marzo.

Este de entrada es ya un detalle importante. En medio del ruido permanente que llega desde Madrid, con el Congreso apurando los plazos para la investidura, la prensa mirando a Waterloo y la derecha preparando su particular insurrección política y judicial contra la investidura de Sánchez, Navarra encara la nueva tramitación presupuestaria con una notable tranquilidad.

Hay incertidumbres y complicaciones que amenazan la gestión del Gobierno foral en los próximos meses, pero si se compara con la situación que se vive en Madrid, la coyuntura en Navarra es una balsa de aceite.

El nuevo Gabinete de Chivite es en su mayoría un punto y seguido del anterior. Apenas hay caras nuevas y las que han llegado apuestan por una línea continuista que al menos por ahora aporta pocas novedades. Hay en cierto modo una sensación rutinaria en la actividad política que le resta tensión y quizá también interés al debate.

Con el Parlamento enredado en viejas discusiones inocuas en torno al TAV, al Amejoramiento o a la política fiscal que en sus líneas generales últimamente suena a más de lo mismo. Solo las polémicas sobrevenidas de Madrid sirven para elevar el tono de una actividad política en la que incluso las excentricidades de Vox está pasando desapercibidas.

Síntoma de estabilidad política e institucional de un Gobierno que mientras tanto sigue haciendo su tarea. Con las mismas carencias y virtudes que en los cuatro años anteriores, pero con la seguridad de que sus principales proyectos van a salir adelante sin mayores dificultades. Lo que no es poco para un Ejecutivo de coalición que gobierna en minoría, y que encara un horizonte marcado por algunas dudas en el ámbito macroeconómico.

El futuro de la gran industria, la transición energética y la situación sanitaria siguen siendo prioridades que hay que atender cuanto antes. Y la mayoría de Gobierno sigue teniendo diferencias y equilibrios que no serán fáciles de mantener. Pero a corto plazo los nubarrones económicos parecen disipados y la estabilidad política garantizada.

Los nuevos presupuestos

La presentación esta semana del techo de gasto para 2024 es un buen ejemplo de todo lo anterior. Las cifras macroeconómicas del Gobierno foral apuntan a una inflación todavía alta pero en moderación (pasará del 4% al 3,4%), a una estabilidad en el empleo (crecerá un 1% el número de ocupados) y unos que seguirán al alza. Con todo, el Ejecutivo de Chivite espera gastar el próximo ejercicio 5.742 millones, 504 más que el este año. 1.500 millones más que en 2019.

Navarra mantiene así los presupuestos al alza, empujados por una inflación que ha disparado todos los gastos ordinarios. También el de personal, que sigue creciendo al tiempo que se van aprobando mejoras salariales para distintos estamentos de la función pública. Todo gracias a un crecimiento exponencial de la recaudación, que volverá a batir un nuevo máximo histórico y que garantiza por ahora la estabilidad financiera.

Se aleja así el fantasma de la recesión y de los recortes presupuestarios, verdadero talón de Aquiles para la mayoría que sostiene al Gobierno de Chivite. Mientras el ciclo sea expansivo no habrá problemas para sumar mayorías porque todos querrán seguir saliendo en la foto del acuerdo presupuestario y fiscal. Y no parece que eso vaya a cambiar por ahora. Las estimaciones del Gobierno vuelven a apuntar al equilibrio financiero, por lo que las normas de austeridad que la Unión Europea quiere recuperar tendrán una incidencia escasa, al menos sobre el papel.

No ha cumplido sus primeros 100 días, así que es pronto para saber si será una legislatura tranquila para el Gobierno de Chivite. Pero al menos por ahora así lo parece. PSN, Geroa Bai y Contigo-Zurekin han encajado bien las piezas tras la tensa negociación del verano. EH Bildu sigue mostrando su disposición a dotar de estabilidad parlamentaria y hasta UPN se ofrece a facilitar los presupuestos, parece que con voluntad sincera.

No es probable que esto último ocurra. Porque los socios del Gobierno tienen a EH Bildu como socio estratégico y lo que ha pasado con las presidencias de comisión en el Parlamento o en la Federación de Municipios sirve de anticipo de lo que puede venir también en el Ayuntamiento de Pamplona. Y porque los regionalistas siguen metidos en un proceso de reflexión en el que no acaban de decidir si apuestan por participar en la gobernabilidad o seguir la estela de oposición frontal a Sánchez que marcan el PP y Vox.

Queda por supuesto mucho espacio para la discusión y la discrepancia. También en la relación con el Gobierno central en un contexto de nuevas inversiones y de revisión de la financiación autonómica en la que la Comunidad Foral deberá defender sus intereses. Pero ni Navarra es Madrid ni su situación es comparable con la burbuja política en la que se ha convertido la capital de España. Afortunadamente.