Ya está hecho. El Congreso de los Diputados ha reelegido a Sánchez como presidente del Gobierno con una mayoría absoluta de 179 votos a favor y 171 en contra. Han sido dos sesiones broncas en el tono, pero también clarificadoras de la situación actual de la política española. Nadie sabe cuanto tiempo durará esta Legislatura, pero de inicio todos los grupos que sostienen la actual mayoría democrática en la Cámara Alta mostraron su intención de apostar porque sea duradera, al margen de los recados de advertencia dirigidos a Sánchez de que los apoyos tejidos son de obligado cumplimiento.

Tanto el discurso de Sánchez como el cruce de mensajes con sus socios apuntan a una acción política centrada en la agenda social y la estabilidad económica, el modelo territorial y la plurinacionalidad, la progresiva regeneración democrática de las estructuras del Estado y la reversión de la involución autoritaria heredada de Rajoy. Complejo y con obstáculos importantes. Pero esas expectativas parecen mucho mejores hoy que las del otro ala, donde han quedado ubicados PP, Vox y UPN. Quizá me equivoque, pero creo que esa alianza tiene visos de durar menos que la mayoría de Gobierno.

Ha sido la razón de peso que han impedido a Feijóo aspirar siquiera a ser presidente y mientras se mantenga esa situación no va a cambiar. Entre otras razones, porque la mentira y el insulto tabernario como instrumentos para borrar la memoria de errores y salchuchos, y tratar de confundir sobre las propias responsabilidades en ellos ha sido un recurso habitual en la mala política. Este PP, como UPN, ha perdido el rumbo y en el camino por el que transita hoy abrazado a la ultraderecha –una amalgama de chiringuitos antisistema–, no lo va a volver a encontrar. Repensar una vía propia parece imprescindible para sus opciones. Se lo dicen también las reacciones a la votación de ayer en Europa. El caldo de cultivo político e ideológico que azuzan las bravuconadas graves y peligrosas de los políticos desde los altavoces institucionales y mediáticos, la polarización permanente y la descalificación como discurso político seguirá activo un tiempo, pero está destinado finalmente al fracaso. Hay una responsabilidad política de las derechas detrás de esas campañas de odio, las protagonicen o las firmen falangistas, fascistas o nazis, contra los intentos de avanzar en una mejor convivencia democrática en el Estado.

Las mentiras, los insultos y las algaradas callejeras agitan e intoxican la política actual en un todo vale que cuenta con la complicidad imprescindible de los medios y parte de la judicatura para alimentar informativa y judicialmente su expansión. Un bucle interminable de polarización y crispación que, por cierto, en Navarra ya ha fracasado y ha retratado en negativo a quien la ha utilizado como discurso. Basta ver la irrelevante y viejuna intervención del diputado Catalán de UPN, sin una sola aportación de interés para Navarra y anclada en la más rancia visión de Navarra como su exclusivo patrimonio político que nada tiene que ver con la Navarra real de hoy. Sánchez y sus aliados no lo tienen fácil, pero la reflexión más difícil está ahora en el tejado del PP. Feijóo se ha equivocado y es su responsabilidad, pero, escuchado Catalán, quizá aún se va a librar antes de la trampa del abrazo del oso de Vox el PP que UPN.

21

[FOTOS] PP, sin UPN al lado en la protesta contra Sánchez este domingo en Pamplona Unai Beroiz