Ha muerto Kissinger a los 100 años cómoda y apaciblemente en su lujosa residencia de Connecticut. Un mal tipo encumbrado a las glorias del poder. Fue Secretario de Estado con Nixon y Ford en los años 70 del siglo pasado y el artífice de las caras más oscuras de la diplomacia de EEUU, y por extensión del seguidismo occidental de Europa, en los años de la Guerra Fría. Los obituarios de los muertos importantes suelen tender a las alabanzas con un lenguaje diplomáticamente aceptable y luego están, como Putin o Von der Leyen, los babosos habituales que destacan por ensalzar con descripciones falsas del personaje lo que no es ensalzable. Y son mayoría quienes, si el tipo es como en este caso un personaje deplorable imposible de blanquear, optan por la ambigüedad calculada de señalarlos como esas personas relevantes en el ejercicio del poder que dejan como rastro para la Historia “luces y sombras”. Aunque en su caso, las sombras sean muchas y las luces más bien pocas y de escaso brillo.

Las condolencias obligadas se suceden desde la UE a Rusia, China o Israel... Obligaciones de lo políticamente correcto aplicado en su máxima hipocresía. Kissinger ha sido seguramente uno de los diplomáticos más fríos y duros en el diseño de las políticas exteriores de EEUU allí donde entendía que los intereses de EEUU estaban en riesgo. Una de esas personas que dejan la conciencia en casa cuando salen para ir al trabajo. Anticomunista exaltado –porque era lo que en ese momento permitía hacer carrera política, si no hubiera sido otra cosa–, fue impulsor implacable e inhumano de decenas de golpes militares, la verdadera conciencia política de los asesinatos, torturas y guerras que asolaron y aún asuelan Asia, África y, sobre todo, América Latina y responsable de la muerte de personalidades históricas como Salvador Allende en Chile o Patrice Lumumba en la República Democrática del Congo y otras cientos de miles de personas que sus decisiones se llevaron por delante.

Un criminal de guerra, solo que blanco y occidental y discreto tras las bambalinas diplomáticas de reconocido prestigio internacional, lo que sin embargo no le impidió recibir el Nobel de la Paz en 1973 tras diseñar los bombardeos masivos de la población civil en Vietnam o Camboya. Un premio polémico que desprestigió para siempre el valor original del galardón. Kissinger completó la estrategia de intervención estadounidense en el mundo que comenzó Truman y que aún siguen al pie de la letra todos los presidentes de EEUU: la inestabilidad internacional, con el apoyo de las grandes corporaciones y de las empresas militares, es la mejor aliada de EEUU. Sin trampas al solitario. Su historia es una vida negra. Que las calderas de Pepe Botero allí donde ya viaja no le sean leves.