Iba a comprar, pero la joven cajera estaba bloqueada. Eran pocas y simples sumas, la calculadora no le funcionaba. Lo que en la cabeza yo, cualquiera sumaba, ella no sabía hacerlo ni con papel siquiera. Sin máquinas quedaba inerme ante la realidad. El célebre informe PISA muestra cómo ha bajado mucho la comprensión lectora y los conocimientos en matemáticas de nuestros jóvenes en los países occidentales. Se achacan los males al covid, pero hay algo que falla y es que también padecieron la pandemia en Asia.

Sin embargo, algunos países asiáticos siguen subiendo en el nivel académico de sus estudiantes, como Singapur, Taiwán, Japón y Corea. Por tanto no es cuestión solo de virus, sino de que Occidente se sume en el ocaso, como una nave que poco a poco va hundiéndose en su propia corrupción intelectual. El postcolonialismo y otras políticas "buenistas" son muestras de ese descomponerse de nuestras naciones que llegan a considerar apropiado desmantelar algunos de sus más excelentes museos para repartir las obras de arte acumuladas durante siglos y devolverlas a sus lugares de origen, entre otras tendencias que por motivos de género o de lo "políticamente correcto" hacen imposible hablar seriamente de muchos asuntos, con una nueva censura, nueva Inquisición, muchas veces autoproclamada por miedo al rechazo.

El marxismo, una de las ideologías pese a sus pretensiones científicas más poderosas de las últimas décadas, ha dejado un poso de queja, de reclamación, de exigencia y negación que, si bien tenía lo bueno del pensamiento crítico, tiene también impregnada la negatividad de criticar todo destructivamente, como un ácido venenoso que disuelve a quien lo lleva. Hablando hace poco con un profesor de la Universidad de Harvard me comentaba cómo allí, cada vez más, son los orientales y en especial los chinos los mejores alumnos en todos los campos, hijos de inmigrantes o llegados de fuera. Y es que en Asia todavía saben lo importante que es la disciplina y el esfuerzo personal, fundamental para aprender, mientras que en nuestras sociedades, blandas, líquidas, betuminosas, pringosas, educamos en una mentalidad infantiloide intentando que nadie se hiera y dejando que los vicios en nuestros muchachos crezcan.

No deja de llamar la atención que el anterior ministro español de Cultura haya sido premiado al dejar la cartera con una embajada en París, ante la UNESCO, cuando Iceta fue incapaz de terminar ninguno de los estudios superiores, sin estudios universitarios. Y es que la casta política está constituida por una amalgama de necios, con "estudios inferiores", todo lo contrario de lo esperable para desarrollar un mundo en la era del conocimiento, de Internet, una sociedad como la que reclamaban los filósofos, regida por sabios, no por mentecatos. Recordé que mi memoria también menguaba y cómo cuando era niño teníamos que memorizar algunos hermosos poemas. Hoy parece olvido.