Pamplona/Iruña. Iruña/Pamplona. Llevamos ya días escuchando a todas horas el nombre de la ciudad. Las redes sociales se han llenado de fotos y vídeos. Dicen en alguna cuenta de X que ayer en el Senado el nombre de nuestra capital fue citado 41 veces, sin estar en el orden del día. Aun le quedan algunos capítulos a este culebrón desatado tras el anuncio de la moción de censura, que no ha sido sino el colofón de la película que comenzó en junio con un mal principio.
Un mal comienzo de un cortometraje político que esperemos tenga ahora un buen inicio de legislatura de verdad. Porque lo que nunca funciona en democracia es escribir guiones sin contar con el público. Y la audiencia habla en las urnas. Y el título de un ayuntamiento de derechas no cuadraba con unos resultados de izquierdas. Eso estaba claro.
Todo parece volver a su ser, pero tantos giros de guión, cambios en el reparto y escenas de lanzamientos cruzados de palabras muy gruesas en lugar de diálogos empiezan a pesar entre la ciudadanía, que quiere que la ciudad funcione, que el ambiente se relaje, que las alternancias políticas no se trasladen en forma de tensión en las calles, lo que no está reñido con la legítima protesta o la celebración.
A estas alturas casi todo el mundo ya se ha hecho una idea del argumento. Lo de la batalla del relato es otra palabra manoseada. Pamplona es soberana y puede decidir lo que quiera a través de sus votos y de sus representantes. Porque Pamplona no es un “objeto”, es un “sujeto” como ciudad y como sociedad. Ojalá en el organigrama que se está gestando haya una concejalía de convivencia. Y ojalá que nunca haya tentación de enfrentar a Pamplona con Iruña o a Iruña con Pamplona.