A punto de arrancar la última hoja del calendario, de pasar página de un año que se va, es tiempo de pensar en lo que puede venir. Sin agobiarnos con el futuro, ni anticiparnos en cosas que quizás luego nunca pasen, tratando de vivir el presente con toda la intensidad posible. No siempre es fácil, porque lo que va pasando condiciona lo que llegará. Pienso en estos 365 días, con todo lo vivido y la suerte de estar un año mas compartiendo estas palabras y pudiendo desearnos un Feliz Año Nuevo, Urte Berri On. Eso estaría bien, que fuéramos de verdad felices, no todo el año pero sí en algún momento, con el grado de felicidad que sea. Hay que ponerse objetivos fáciles, retos posibles, pequeñas cosas que se hagan grandes por lo que significan, eso nos dicen. Porque aspirar a lo imposible está bien como ese sueño por cumplir, pero no como algo que nos acabe frustrando en el camino. Siempre tiene que quedar margen para soñar, pero también para la realidad y eso exige poner de nuestra parte para que las cosas pasen, en lo personal, en el trabajo, en la familia, en lo que nos rodea. Incluso en lo lejano. Así que a la hora de cerrar el año pienso sobre todo en Palestina y en el horror que la población civil está viviendo allí y se que sería un imposible desear que el año comience con el fin de los ataques, con la paz y el reconocimiento de los derechos humanos en zona, porque eso no depende de nosotras. O quizás sí. Cuantos más nos movilicemos con Yala Nafarroa con Palestina por esa causa justa, mas cerca se estará de conseguirlo.