Pamplonés del burgo de San Nicolás.

Luis Tierno Marqueta era uno de esos personajes que todo el mundo conocía en la Pamplona de la primera mitad del siglo XX. Y esto era así, casi con total seguridad, muy en contra de su voluntad. Y es que, a diferencia de los “xelebres” callejeros, conocidos por sus ocurrencias o sus travesuras, como “Olla”, “Uve” o Perico Alejandría, y más lejos aún de los prohombres, políticos, médicos o músicos, que habían ganado su fama merced a sus méritos profesionales, Luis Tierno se dio a conocer entre sus paisanos a causa de sus debilidades. Y ello le convirtió en un alma atormentada. Había nacido en la plaza del Castillo, nº 34, el 27 de junio de 1894, y fue bautizado en la parroquia de San Nicolás, donde lo hemos visto registrado con el nombre de Luis Ladislao Tierno Marqueta. Era hijo de Julián Tierno, natural de Valdeavellano (Soria), y la tudelana Ynocencia Marqueta Mendíbil, y tuvo una hermana mayor llamada Clarisa.

El verdadero rostro de “Pantierno”.

No conocemos detalles sobre la infancia y juventud de Tierno, y todas las noticias que de él nos han llegado proceden ya de su etapa de madurez, cuando se encontraba en situación de grave deterioro personal. Eso sí, las diferentes fuentes aseguran que era una persona culta e inteligente, y Fernando Pérez Ollo contaba una anécdota, según la cual Luis retaba a los comensales de la Meca a que conjugaran, a un tiempo, el presente de indicativo de los verbos pensar, comer y engordar. Hoy aportamos, gracias a nuestro amigo Javier Mina, hijo del fotógrafo Eusebio Mina, dos fotografías auténticas del personaje, obtenidas en sus últimos años de vida. De este modo podemos recuperar y preservar su verdadera imagen, toda vez que cierto blog ha venido difundiendo una fotografía “fake” de Tierno que, según nos dicen quienes le conocieron, “ni es ni se parece” a nuestro protagonista.

Parece ser que “Pantierno” era una persona de estatura normal, tirando a chiquito. Tenía un rostro anguloso, donde reinaba una enorme nariz, grande, ancha y aguileña, cejas pobladas como las de un ogro, y utilizaba ropas viejas, raídas y oscuras. Nuestra informadora Lupe Elizagaray recuerda además que llevaba unos zapatos enormes, y americanas y gabardinas también grandes, aunque hay quien lo describe con blusón proletario y botas. Y parece que siempre utilizaba txapela. Se dedicaba a recorrer las calles recogiendo todo tipo de materiales, chatarra, cobre, papeles, cartones, alimentos y objetos abandonados que guardaba en un saco, y durante mucho tiempo residió en la bajada de Javier.

El hombre del saco.

La imagen que el personaje componía estimulaba la aparición de todo tipo de chismes e historias, y era frecuente que la gente adulta se refiriera a él, sobre todo cuando había niños cerca, en los más escabrosos términos. De este modo, en la mente de los críos de Pamplona, “Pantierno” encarnaba aquella figura del flolklore tradicional, conocida al menos desde el siglo XVIII como “Hombre del Saco”, especie de monstruo depredador que secuestraba criaturas y las metía en su saco, o incluso el “Sacamantecas”, que según la tradición mataba niños para aprovechar su grasa corporal fabricando jabón. Con estas premisas, no es de extrañar que los niños y niñas más pequeños tuvieran un pánico terrible al infeliz “Pantierno”, y que, en cuanto superaban la edad de creerse tales historias, se dedicaran a acosar y provocar al pobre vagabundo. Los enjambres de críos que habitaban las calles de la ciudad se dedicaban a hostigar al pobre Tierno, a citarle como si fuera una alimaña, y a gritarle “¡sacamantecas…!” para alejarse luego a la carrera. Y el desgraciado indigente les respondía a su vez con insultos y corriendo detrás de los mocetes, cayendo en las provocaciones y estimulándolas al mismo tiempo.

Trastorno Obsesivo Compulsivo (T.O.C.)

No obstante, todos los testimonios coinciden en describir a Luis Tierno como una persona educada y tranquila, cuando no se le molestaba. De hecho, su mote, “Pantierno”, que evidentemente jugaba con su apellido, hacía alusión al carácter ingenuo que le caracterizaba. El mismo José María Iribarren, en su “Vocabulario Navarro”, recoge el término, con el significado de “bobalicón, ingenuo, infeliz”. Y muy probablemente el origen de sus males, y quien sabe si también el de su decadencia vital, radicaba en su cabeza, en su psique. Porque Luis Tierno Marqueta estaba totalmente mediatizado por lo que hoy se conoce como T.O.C., Trastorno Obsesivo Compulsivo. Y es que, cuando Luis Tierno caminaba por las calles, cada cierto número de metros sentía la inexplicable e ineludible necesidad de girar 360 grados sobre sí mismo, para seguir luego marchando con normalidad. Y en una ciudad pequeña y pacata como la Pamplona de entonces, tan dada a mofas y befas, no faltó quien se apercibió de ello, y quien se fijó en la distancia exacta que el pobre “Pantierno” recorría antes de girar sobre sí mismo: 25 pasos. Y así, en la calle Mayor, en Navarrería o en la plaza de san Francisco, no faltaba nunca el guasón que le iba contando los pasos, para finalmente gritarle “¡y veinticinco!” y descojonarse al ver a Tierno girar sobre sí mismo, mientras este profería insultos contra el gracioso de turno.

Misterio desvelado: Enrique Tierno Galván.

Varios autores han especulado sobre el posible parentesco de Luis Tierno “Pantierno” con el famoso político Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid entre 1979 y 1986. Dichos rumores surgieron a raíz de la visita que el madrileño hizo a los Sanfermines de 1983, invitado por el alcalde Julián Balduz, cuando desveló que no era la primera vez que asistía a nuestras fiestas, puesto que ya estuvo aquí, cuando contaba siete años, “en casa de unas tías”. Si comparamos el árbol genealógico de uno y otro podemos comprobar que el bisabuelo de Enrique Tierno Galván, estanquero en el pueblo de Valdeavellano (Soria), se llamaba Simón Tierno, y por tanto tenía idéntico nombre que el abuelo de “Pantierno”, Simón Tierno, casado con María Tierno, ambos de Valdeavellano. Más aún, ambos personajes tuvieron un hijo, al que llamaron Julián, aunque el abuelo de Tierno Galván se apellidaba Tierno Gómez, mientras que el padre de “Pantierno” se apellidaba Tierno Tierno. Para complicar aún más el tema, sabemos que Julián Tierno Gómez (abuelo de Enrique Tierno Galván) era un militar destinado en Tudela, donde conoció a su mujer, y el libro de bautismos de la parroquia de san Nicolás desvela que también la madre de “Pantierno”, Ynocenta Marqueta, era precisamente de Tudela.

Toda esta urdimbre familiar sugiere que ambos personajes eran parientes cercanos. Creemos que el abuelo de “Pantierno”, Simón Tierno, fue a su vez bisabuelo de Enrique Tierno Galván, pero más difícil es establecer la relación entre Julián Tierno Gómez, abuelo del alcalde madrileño, y Julián Tierno Tierno, padre del vagabundo pamplonés. Y tan solo una detenida lectura del libro de bautismos de la localidad soriana de Valdeavellano podría aclarar la cuestión, toda vez que todos los personajes citados eran naturales de dicho lugar. Mientras tanto, parece seguro que los familiares que trajeron a Enrique Tierno Galván a los Sanfermines de 1925 eran la propia familia de “Pantierno”. El político afirmaba que de aquellos días lejanos tan solo recordaba el gentío, y que los mozos se lo pasaban unos a otros en brazos. Nos gustaría pensar que entre aquellos jóvenes estaría el bueno de Luis Tierno Marqueta, que por aquel entonces tendría 29 años, y que se encontraba aún lejos del deterioro final de su vida. Quién sabe.

Desconocemos la fecha de fallecimiento de Luis Tierno, aunque hemos de suponer que no fue precisamente un hecho demasiado comentado en la ciudad, y que el popular “Pantierno” simplemente desapareció un día del paisaje callejero pamplonés, sin que nadie lo echara en falta. Sea como fuere, y a modo de epitafio, me quedo con las palabras que en 2009 le dedicó, en la prensa local, un ciudadano llamado Roberto Erro, definiendo a Luis Tierno Marqueta como “vagabundo de profesión, pobre de bolsillo, culto, inteligente y de sublime honradez”.