La memoria es un territorio frágil y difícil de transitar, un espacio en permanente tensión donde se mezcla lo que fue con lo que quizás quisieras que hubiera sido. Los hechos pasados determinan la memoria, pero no siempre con la contundencia suficiente para perdurar en ese espacio tantas veces amenazado por verdades ajenas, empeñadas en cambiar el curso de la realidad. Y con el tiempo, si esa memoria no se repasa, como el viejo dibujo a carboncillo, acaba difuminándose, confundiéndose entre líneas, mezclando el mundo real con la irrealidad. Y hay una memoria individual y una colectiva.

La primera nos refuerza en el ser y la otra en el hacer y el estar. Y se complementan. Por eso es importante recordar y echar mano de la certeza, de la verdad dibujada en el pasado, para no lanzar piedras desde el presente que traten de cambiarlo. Escucho con tristeza, porque ya la rabia y la indignación no tienen sentido, las palabras de Isabel Díaz Ayuso cuando dice sin pudor que los ancianos que murieron en la residencias de Madrid durante los primeros meses de la pandemia, los más duros, sin duda, por mucho que algunos y algunas se empeñen en olvidar, hubieran muerto igual en cualquier sitio, en un hospital, en su casa o en una habitación de una residencia. Y miente, porque sabe que no dice la verdad. Y no quiere tener memoria, porque lo que pasó le molesta en su presente. Y pretende desdibujar el dolor de miles de personas que no recibieron la atención que merecían pintando encima sin escrúpulos una no verdad. No es cierto que los ancianos enfermos de covid en aquellos meses de 2020 no se salvaban en ningún sitio, como sí es cierto que morían más y en peores condiciones en su Comunidad.

Fue un tiempo muy duro y doloroso, donde la muerte en soledad es sin duda la huella más cruel que la pandemia dejará en la memoria colectiva. Hay estudios médicos y científicos que desmienten sus crueles palabras y hay sobre todo personas de edad avanzada que se contagiaron entonces y siguen viviendo hoy, cuatro años después, por haber recibido una mejor atención. Hace mal Ayuso una vez más en no querer reconocer lo que vivió y en mirar para otro lado, en echar mas dolor al duelo y en su arrogancia, porque lo suyo no es ignorancia. Amnistía Internacional también ha querido recordarle lo vivido y denuncia que el Gobierno regional “vulneró el derecho a la salud de las casi 8.000 personas que murieron por covid en las residencias públicas de mayores”. Hay muchas formas de contar lo que pasó, pero solo hay una verdad, la que exige tener memoria y vergüenza.