Tú pon a 8 hombres o a 8 mujeres a disputar una prueba que dura 6, 7 o 10 segundos y que llevan entrenando años y diles que si se adelantan una milésima al disparo de la pistola los mandas para casa y mandas para casa el trabajo de todos esos años y la ilusión y quizá la capacidad de recuperar el ánimo para los meses venideros. Esto pasa en atletismo desde hace unos años y esto le pasó al gran Asier Martínez el sábado en la semifinal del Mundial de 60 vallas, donde de haber corrido la final hubiese aspirado a medalla.

Dos atletas se movieron antes del disparo pero sin levantar el pie del taco de salida, desconcentraron al navarro y este salió a las 93 milésimas de sonar el disparo, cuando el límite prohibido es por debajo de 100. Se considera ese límite porque los estudios dicen que no puedes reaccionar antes de 100 milésimas al sonido si no es que has salido antes de que sonara, una norma que está en entredicho. Las apelaciones y quejas del navarro y de la selección española no sirvieron de nada, pese a que había habido salidas nulas previas en otras pruebas que no se penalizaron. Lo realmente duro, no obstante, es esa norma de que a la primera te vas para casa.

Hace años había una legislación que permitía dos salidas nulas por atleta. Se quitó porque entonces podía darse el caso de carreras que acumulaban 5 o 6 salidas nulas, lo que retrasaba el programa de competición. También porque había atletas que arriesgaban más de la cuenta, pero en su derecho estaban si les salía bien y no hacían salida nula. No tiene sentido. En el resto de pruebas –saltos, tiros, carreras de 200 en adelante– apenas hay salidas nulas y hay mínimo 3 intentos para dar fe de tu nivel. Aquí, un error nimio o una serie de circunstancias fuera de tu control –como el caso de Asier– te matan. Es una crueldad excesiva que lleva demasiados años perjudicando a los velocistas y vallistas.