El documental ‘No estás sola. La lucha contra La Manada’, dirigido por Almudena Carracedo y Robert Bahar, y emitido en Netflix, es mucho más que la deconstrucción de un caso de violación en el que, como reconoce la víctima, lo peor no fue lo vivido sino “todo lo que vino después”. Narra cómo la verdadera conquista de los derechos a favor de la igualdad y contra la violencia se ha librado en la calle. Y ha propiciado cambios legales y, más importante, sociales para que mujeres como Lucía (Madrid, la joven apenas tenía 18 años cuando ocurrieron los hechos en los Sanfermines de 2016) y Paloma (Pozoblanco) -nombres simulados en el documental- pudieran rehacer sus vidas.

Para que la primera víctima haya terminado la carrera y esté trabajando o que la segunda (Córdoba) vaya a ser madre. Y que la víctima de La Manada lance este mensaje al resto de mujeres: Si estáis pasando por algo parecido, no os quedéis calladas. Contarlo”.

Un caso que en tres años pasa de no ser, de no creerse, a llevarse a juicio y que de calificarse de abuso termina con una condena por violación. Pero también es un reconocimiento a todas las batallas que precedieron a esta causa (2016) que se convirtió en un símbolo de la lucha feminista y de reconocimiento a la credibilidad de la víctima (’Yo sí te creo, hermana’ fue un grito planetario). Por eso no olvida la injusta sentencia que siguió al asesinato de Nagore Lafagge apenas ocho años antes, tipificado como homicidio por un jurado popular.

Al movimiento Me Too que estalló en medio del caso, en 2018, y supuso una verdadera revolución social a nivel mundial. Y también hace un guiño al trabajo que se llevó a cabo en el Ayuntamiento de Pamplona en coordinación con los colectivos Por unas fiestas libres de agresiones sexuales con el primer equipo de Joseba Asiron y que lideró la acusación popular. Representa también un homenaje a todas las mujeres referentes en la trinchera de la igualdad. Brutal testimonio de la madre de Nagore, Asun Casasola, denunciando el doble juicio que sufre la mujer víctima reconociendo que la única pregunta que le hizo el jurado popular fue si su hija era ligona, y las necesarias aportaciones de Iratxe Álvarez de la plataforma contra la violencia sexista, la trabajadora social Ana Fernández que integró en su día la plataforma por la Defensa del Derecho a la Renta Básica, Izaskun Gartzaron como responsable de la Oficina de Víctimas de Navarra, con un testimonio esperanzador para las nuevas generaciones, o las periodistas Cristina Fallarás y Ana Requena. También encumbra a dos mujeres fiscales decisivas en la defensa de la víctima: la navarra Elena Sarasate que desde el principio habló de violencia e intimidación e Isabel Rodríguez que desde el Supremo dejó claro que hubo “sometimiento y no consentimiento”. En los créditos, colaboradoras como la abogada Begoña Zabala, Tere Sáez de Lunes Lilas o las activistas Justa Montero o Bárbara Tardón... Y se pone además en valor a hombres concienciados como el policía foral Pablo de la Fuente, clave para esclarecer los vínculos con la agresión de Pozoblanco o periodistas como el compañero Enrique Conde que relata la radicalización injusta de la sociedad ante el caso. Un trabajo impecable y que arroja mucha esperanza entorno a este 8 de marzo.