Se cumplen 20 años del tremendo atentado del 11-M que causó 193 muertos y cientos de heridos y puso a prueba, entre otras cuestiones, a la política y al periodismo. Un binomio que conforma el ADN de la democracia, siempre que se mantenga la independencia y la competencia de cada ámbito. Fueron horas, días y luego años tremendos, en los que hubo que tirar de principios éticos y de profesionalidad periodística como única guía para llegar a la verdad ante las mentiras oficiales. Y no era fácil. Internet era algo incipiente. Las redes no existían, más allá del SMS y el “pásalo”. Los acontecimientos eran demasiado trágicos e impactantes en un contexto electoral que venía de todo el debate sobre la guerra. No era fácil mantener la calma, la prudencia, el rigor y la obligación de contrastar y buscar la verdad. O intentarlo al menos.
Y más cuando una de las fuentes a las que se les presuponía una fiabilidad institucional no solo no la mantuvo sino que se lanzó a una campaña de intoxicación y manipulación sin precedentes con el objetivo, no solo de salvar las elecciones, sino de aniquilar a los rivales políticos echándoles encima la carga de los casi doscientos muertos y la conmoción social. Pero ni todos los políticos son iguales ni todos los medios tampoco.
DIARIO DE NOTICIAS recuerda estos días su trabajo periodístico que, en la medida de sus posibilidades como un medio local, el tiempo y la hemeroteca ha demostrado que fue honesto, profesional, ético y valiente, porque muchas otras cabeceras sucumbieron ante la presión y la manipulación. El periodismo y la buena política sigue siendo hoy, dos décadas después, más necesarios que nunca.