Tras la invasión rusa de Ucrania hay quienes comentaban que volvíamos a la Guerra Fría. Si sumamos aquello al insoportable horror de los crímenes en Gaza la sensación no sería tanto que volvamos a la Guerra Fría como que nos retrotraemos a la época anterior a la creación de la ONU. Por supuesto la historia nunca rebobina, de modo que conformémonos con la más modesta sugerencia de que ciertas claves históricas ya lejanas nos ayudan de pronto a entender mejor algunas cosas que nos pasan.

Las elecciones en Rusia de la semana pasada me pillaron leyendo una nueva biografía de Vladímir Ilích Uliánov: Lenin. Una vida para la revolución, de José M. Faraldo. Y no he podido evitar que la actualidad y sus eventos de hoy resonaran con ecos de más de 100 años.

Recuerdo cuando estuve en Rusia, en el marco de una invitación de una red de universidades rusas. Caminando calles de los lejanos Urales la iconografía leninista permanecía quizá con una presencia que el resto de la liturgia soviética había perdido. En los últimos años parece sin embargo que Lenin pierde atractivo interno frente a otras figuras de ecos más imperiales, como algunos zares o el propio Stalin.

Yo había leído ya un breve libro anterior del profesor Faraldo titulado Sociedad Z, La Rusia de Vladimir Putin, que me pareció una de las introducciones más certeras a la situación actual del país. Faraldo, profesor de la Complutense de Madrid es uno de los mayores expertos españoles en la historia contemporánea de la zona de modo que parece compañero fiable para introducirse por estos caminos.

La biografía de Lenin es breve, lo que se agradece como cortesía que no siempre el académico sabe tener con su lector. Faraldo ha leído e investigado mucho, conoce de primera mano la zona, y solo así puede uno atreverse con garantías al reto de la síntesis. Nos acerca a un personaje complejo como es Lenin más allá de los simplismos hagiográficos de unos o condenatorios de otros. Nos presenta una biografía que describe como europea en un sentido muy profundo, no solo por las circunstancias de los exilios de Lenin, sino mucho más como una vida y una política que solo se pueden entender en el marco del momento general en Europa.

Las disputas y luchas de Lenin por el control ideológico y político de los distintos partidos y corrientes socialistas, la obsesión por el disidente o la intransigencia de la pretendida pureza ideológica, o su negativa a compartir el poder después de los acontecimientos de octubre pueden recordar, salvando las distancias, a las eternas disputas de los partidos y corrientes de quienes se sienten herederos más o menos legítimos de esa cultura política. Su relación con la violencia es también estudiada con honestidad. Las lecturas de todo ello puedo uno traerlas tan cerca como quiera.

Pienso en la biografía intelectual de Karl Marx que escribió hace ya 80 años Isaiah Berlin y que permanece como uno de los mejores ejemplos de acercamiento a la historia de las ideas a través de un personaje histórico. Recuerdo haberle leído en una entrevista a su autor que una de las cosas que más satisfacción le había deparado era que, al ser esta su primera obra y no ser conocido aún su nombre, nadie sabía tras leerlo de qué pie cojeaba, en una época en que era necesario atrincherarse con violencia y sin matices.

He recordado esta anécdota porque buscando en internet referencias de aquel libro de Berlin para refrescar la memoria me han salido tanto recomendaciones de su lectura publicadas por la fundación de Aznar, FAES, como recomendaciones, propuesto entre la nómina de autores marxistas internacionales de lectura autorizada, en la página web de nuestros abertzales comunistas más aguerridos y ortodoxos. Apuesto a que Berlin habrá sonreído al comprobarlo.

Si digo que la recién publicada biografía de Lenin que nos propone Faraldo (Catarata, 2024) es un buen complemento a la lectura de aquel Marx de Berlin, creo que le hago una de las mayores alabanzas de que soy capaz.