Cada vez tengo más claro que el concepto de ciudad inteligente orientado al uso eficiente de los recursos, la reducción de costes y la mejora de los servicios en pro de la calidad de vida debe adaptarse también al mundo rural. Pretender hacer que Europa sea climáticamente neutra de aquí a 2050 y que la población se siga concentrando en grandes urbes no es compatible por mucha teoría que nos vendan los organismos internacionales y expertos en la materia. Han pasado más de treinta años desde que empezamos a hablar del término Smart City. El concepto originario fue muy de la mano de las empresas tecnológicas con el auge de soluciones y herramientas digitales.

Domótica y comodidad al servicio de la vivienda y del espacio urbano. Modernidad más snob. Llegó la década de los 2000 y se empezó a hablar del factor humano, la tecnología para mejorar la calidad de vida de todas y todos, cohesión social. A partir de 2015 y con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030 se produjo una resignificación de las Smart Cities entendidas desde el punto de vista de la sostenibilidad y del equilibrio con el ecosistema. El objetivo era crear ciudades más resilientes y competitivas en lo social, económico y ambiental. Ciudades adaptadas a los efectos del cambio climático con vivienda accesible, recuperación de residuos y accesibilidad de las personas mayores y otros colectivos a los recursos.

Una ciudad robotizada pero amable y, ahora más que nunca con la Inteligencia Artificial, pensada para resolver con un solo click todas nuestras necesidades, con servicios personalizados, mínimo consumo, jardines saludables y multiculturales donde todos y todas tengan cabida. Todo esto está muy bien pero nadie se acuerda de cómo revitalizar nuestros pueblos. La inteligencia artificial puede permitir la aplicación de las nuevas tecnologías en entornos rurales, atractivos en lo que libertad, bienestar y salud se refiere.

En realidad nunca ha sido tan fácil como ahora poder trabajar de manera remota, tanto para empresas -incluso trabajos en equipo-como en el sector servicios, poder crear una página web que sitúe tus productos sin necesidad de tener una tienda física. Los chavales pueden correr con la bici y nuestros mayores salir a la calle sin peligro. Dicen que la IA también puede favorecer el acceso a los servicios de salud en las áreas rurales, por ejemplo a través de pruebas diagnósticas asistidas y la telemedicina. Lo mismo ocurre en el campo de la educación, que puede personalizarse en función de las necesidades del alumnado de cada zona independientemente del lugar donde viva.

Las empresas rurales también podrían llegar mejor a su público potencial con tácticas de marketing adaptadas a sus productos (muebles, quesos, bolsos o series de televisión, por poner algún ejemplo). Lo que seguro que no puede conseguir, si no hay inversiones y voluntad política, es construir carreteras o rehabilitar casonas para poder hacer pequeños apartamentos. La tecnología brinda nuevas oportunidades para residir en cualquier lugar del planeta pero necesitamos un espacio donde vivir y convivir, y todavía tomarse unas cervezas con los amig@s sigue siendo una experiencia física. Y las viviendas, o habitaciones, y los bares no salen de las ciudades. Por no hablar de banda ancha de alta velocidad...