Supongo que es también la vida. Conforme se avanza por el paso de los años encuentras en cada época del calendario a diferentes perfiles de edad, niños y niñas, adolescentes, jóvenes, parejas, hijos o hijas o sobrinos, amigos o antiguos compañeros que van sumando tiempo como tú y ya poco a poco viejos a tu lado. Encuentros de recuerdo y eso. A mí me pasa cada vez más esto último y quizá por inercia, no lo sé, vas pensando que el envejecimiento es uno de los principal retos de la sociedad navarra en este siglo XXI. Lo es junto a la digitalización, la transformación energética, los nuevos modelos industriales o la robotización progresiva del trabajo. Al igual que en otros países desarrollados, se conjugan la mayor longevidad alcanzada con la mejora de las condiciones de vida y las atenciones sociosanitarias públicas y la reducción de la tasa de natalidad debido al retraso en la formación de nuevas unidades familiares por la extensión de los procesos de formación y la dificultad en la incorporación al mercado laboral, que produce nuevas demoras, y por la ausencia de medidas reales de conciliación que permitan armonizar trabajo y vida familiar. En Navarra, con una de las esperanzas de vida más altas de Europa, uno de cada cuatro personas tendrá más de 65 años dentro de dos décadas, y unas 70.000 personas superarán los 80 años frente a las 42.000 de las actualidad. Al mismo tiempo, en Navarra el descenso de la misma ha sido de un 25% en una década. Menos niñas y niños a lo que se suma una cada vez más sociedad envejecida y que pronostica una cada vez mayor necesidad de cuidados. Una realidad que requiere de nuestra sociedad una reestructuración económica y social con perspectiva de futuro para garantizar un envejecimiento activo desde la buena salud y la calidad de vida. Porque el envejecimiento progresivo tiene también consecuencias complejas en aspectos como la prestación de los servicios públicos de sanidad, dependencia o atención social de las personas mayores o el progresivo riesgo de despoblación de cada vez más zonas y localidades de Navarra. O de soledad. Es una cuestión de prioridades en políticas de servicios sociales, vivienda, turismo, medio ambiente, educación, comercio, cultura, sanidad o transporte. No sólo se trata de añadir vida a los años, sino también de la puesta en marcha de una estrategia global que permita los mayores mantener su capacidad de disfrutar de la vida y al mismo tiempo seguir aportando sus conocimientos humanos, laborales, culturales y profesionales a las nuevas generaciones. Sin duda un reto tanto para las instituciones como para la propia sociedad navarra si se quiere impedir que un tercio de la población se considere por cuestión de edad superado por la realidad en la que vive, lo que constituiría un déficit irremediable en la transmisión de nuestra memoria colectiva y de las fortalezas que históricamente se han revelado imprescindibles para la cohesión social de Navarra. Quizá la ciencia no tenga límites, pero el retraso en el envejecimiento origina interrogantes sociales y económicos. Interesa vivir, pero también vivir sanos y en condiciones de convivencia y sociabilidad, y eso exige compromisos con los derechos de ciudadanía y recursos públicos para atenderlos. Porque la ciencia también es política.