El Parlamento de Navarra aprobó ayer la enésima declaración política en apoyo de la causa saharaui. La novedad ha sido que esta vez la resolución política de la Cámara tuvo el apoyo de UPN, EH Bildu, Geroa Bai, PP y Contigo-Zurekin y la bochornosa abstención del PSN. El texto reitera que el Sahara Occidental es un territorio sometido al Derecho Internacional que nunca ha pertenecido al Reino de Marruecos, exige que cese la ocupación ilegal del Sahara y el fin del expolio de sus recursos naturales y demanda al Gobierno español que recupere la postura política y diplomática tradicional del Estado en esta cuestión alineada con las resoluciones de Naciones Unidas. El argumento de los socialistas navarros para justificar su abstención es que en la propuesta se atacaba directamente al PSOE y al Gobierno de Sánchez.

Un argumento de poco peso para tratar de encubrir el cambio de posición de un PSN que ha sido durante años impulsor incluso del grupo interparlamentario de apoyo al Sahara. La realidad es que el PSN se abstiene porque sigue al pie de la letra las directrices que le impone el PSOE desde Madrid en la cuestión saharaui después de que Sánchez decidiera en 2022 dar un giro a la posición del Estado español en el conflicto del Sáhara Occidental y apoyar ahora el llamado plan de autonomía de Marruecos para consolidar su ocupación ilegal de los territorios saharauis, rompiendo un consenso político general de 40 años. Aquella decisión del PSOE y de Sánchez y esta abstención del PSN en una cuestión en la que ha estado décadas votando a favor coinciden en que son insostenibles democráticamente e incomprensibles políticamente.

Sánchez culminó el giro que el PSOE lleva haciendo a sus posiciones originales desde hace décadas ya. Comenzó con los últimos alientos del franquismo, continuó con González, se acrecentó con Zapatero y culminó con Sánchez. La sumisión total de una democracia al chantaje de un régimen que ha hecho de la violencia y la violación sistemática de los derechos humanos de los saharauis y de su propio pueblo el eje fundamental de su poder. Y siempre con la excusa y cortina de humo de la importancia de cultivar las buenas relaciones con el régimen dictatorial y autoritario de Mohamed VI.

Aceptar el chantaje de las supuestas buenas relaciones con Marruecos de las que hacen gala tanto Sánchez como su ministro de Exteriores José Manuel Albares a costa de abandonar a su suerte al pueblo saharaui es eludir las obligaciones de los valores democráticos en otro vergonzoso intento de mirar hacia otro lado y desentenderse de sus deberes internacionales en la descolonización del Sahara Occidental. En las fronteras del Sahara se libra una guerra desde que hace cinco años el Ejército Popular de Liberación Saharaui volviera a las armas tras 30 años de alto el fuego ante los reiterados incumplimientos de Marruecos y la incapacidad de la ONU para hacer cumplir sus reiteradas resoluciones en favor de un referéndum para cumplir con el derecho de autodeterminación del Sahara Occidental. Una guerra silenciada en los grandes medios de comunicación del Estado. Otra guerra olvidada, porque de nuevo los intereses comerciales de la geopolítica, impuestos en este caso por Marruecos, se sobreponen a la legalidad internacional y a los derechos humanos.