Un autor de su tiempo, con las inquietudes de su tiempo, pero sobre todo con personajes genuinos, hermosos, tiernos, verdaderos, honestos, transparentes, lúcidos, de todos los tiempos. Personajes tan reales y contradictorios como nuestra propia imaginación.

Mago con la palabra y con la puesta en escena como director. Con sus obras te lleva a lugares insospechados, te permite viajar entre la fantasía y la realidad de manera simultánea. Utiliza la escena como base de operaciones para transportarnos hacia diálogos interiores como pocos autores lo consiguen. Te arranca la risa y te pilla siempre por sorpresa, te captura. 

Con Sanzol estuvimos en una disco de los ochenta para poner los sanfermines como prioridad, en un viaje a miles de kilómetros de Pamplona y dirimir entre si soy o no soy. Conocimos a sus tías llenas de brío y elocuencia, que también son nuestras tías, en un delicado paseo por las nubes, y sobre todo paramos el mundo para sentir la música desde un sagrado silencio. Tuvimos valentía al entrar con él en aquella casa con fantasmas que no eran fantasmas, donde en realidad lo que teníamos era miedo al cambio. También le acompañamos en aquella aventura económica, donde casi nos convertimos en empresarios chinos de un día para otro, arrastrados por la crisis-oportunidad.

Nos inundó una mágica calma, cuando pasamos del trabajo de oficina a la selva tropical en un instante, y al final nuestro padre nos habló desde el más allá. También acompañamos a Nagore en sus clases de respiración, cuando el amor se acabó y tomó nuevos aires, para cruzar puentes desconocidos hasta entonces.

Cuántos bares nos han tragado en miles de momentos y encuentros con personas que residen en nuestra memoria, y en cajoncitos llenos de buenos recuerdos. Y qué inmenso periplo al que nos llevó Sanzol con su sublime y legítima barra, donde nos presentó a sus padres, con sus contradicciones religiosas, sus delirios, su amor y su inmensa ternura. Con ese bar maravilloso, pudimos acompañarle desde San Martín de Unx hasta el mismísimo oeste americano, pasando por el Vaticano y por supuesto por Madrid, tan dramática como acogedora ciudad. Un viaje sanzoliano imprescindible.

Las obras de Alfredo Sanzol te llevan de la mano y te atrapan para navegar por tus emociones y tus pensamientos, siempre con una sonrisa cómplice. Con los textos de Sanzol tú también estás dentro, te sucede tanto en la lectura de las mismas, como en su puesta en escena. Somos muchas las espectadoras y espectadores que a la salida del teatro queremos comentar y comentar lo que hemos visto, porque necesitamos compartir ese alivio especial que nos regala su trabajo. Nada más gratificante que esos momentos donde se materializa el disfrute del teatro.

En esta brillantez hay que destacar al propio autor, generoso con el público siempre. Cualquier persona que también haya compartido con Sanzol sus coloquios, ha podido disfrutar de sus preguntas y de sus respuestas. También, sin duda alguna, querido y apreciado por la profesión, gran compañero, una lección de teatro y de vida. 

El Teatro Gayarre siempre palpita con las obras de Alfredo Sanzol y su público también.

La autora es directora gerente de la Fundación Municipal Teatro Gayarre de Pamplona