Hay cosas que están sucediendo y que tú ignoras. Cosas de las que no te das cuenta. Hasta que te das cuenta, claro. Y entonces te preguntas si no serás un poco imbécil. Por no haberte dado cuenta antes, no sé si me explico. Como, por ejemplo, la existencia de un poder en la sombra. Ya sabes, la existencia de un poder oculto, Lutxo, le digo. Y me responde que hablar de esas cosas le da escalofritos. Dice escalofritos, literal.

Todo lo que tiene que ver con lo oculto me da escalofritos, dice, el cenutrio de antaño. Y le digo: se dice escalofríos, Lutxo, no escalofritos. Pero bueno, estamos un lunes más ahí, en el puesto de guardia de la vida, olfateando el aire y tomando un café con hielo para intentar aguantar un poco el tipo, y me confiesa que se ha comprado el Kama Sutra. ¿El Kama Sutra? Sí, el libro sagrado del amor en los tiempos del sánscrito, dice. ¿Dónde? En una tienda de libros de segunda mano, dice. Y le digo: ¿A estas alturas? Y me dice: Es un libro para todas las edades y debería leerse en las universidades públicas. ¿Y en las privadas? Y suelta: Eso ya no sé. No obstante, si supieras algo de filosofía, Lutxo, sabrías que el amor lo es todo. O, por lo menos, lo era hasta hace no mucho, claro.

Lo que pasa es que la gente, por razones diversas y motivos a veces no muy racionales, acaba llamando amor a cosas muy distintas. Algunas, rarísimas o incluso algo peor. En fin. Que nadie llega nunca a ser el que se suponía que podía haber sido, eso ya lo sabemos. O deberíamos. Y que el amor es, sin más, la ficción a la que, en un momento dado, te apuntas, eso también. Pero el poder oculto está ahí. Acatamos órdenes, de eso no hay duda, Lutxo, le digo. Y me suelta: Lo malo es que no sabemos de quién. Y esa es la cuestión, claro, creo, digo yo.